Al igual que Madrid tiene su triángulo del arte (Museos de Reina Sofía, El Prado y el Thyssen), el límite formado por las calles de la Cruz , Carrera de San Jerónimo y Carretas, forma un autentico triángulo del tapeo que cualquier aficionado con buen paladar debe conocer.
No pretendemos con estas líneas dar a conocer una guía gastronómica, simplemente pretendemos traer a estas páginas, algunos de los locales mas representativos sin olvidarnos de que hay en la zona otros muchos muy interesantes que no hemos reseñado por no hacer excesivamente larga esta pequeña guía.
Antes de comenzar con nuestro paseo, queremos recordar brevemente la historia de esta zona de Madrid.
En la parte más cercana a Sol, se encontraba el convento e iglesia de San francisco de Paúl, más conocido como de la Victoria, comprendía el espacio limitado por la carrera de San Jerónimo y las calles de la Victoria, Cruz, Cádiz, Carretas y la Puerta del Sol.
El convento e iglesia fue derribado en 1838 y sobre su solar se abrió el primer tramo de Espoz y Mina y más tarde el pasaje Mathéu que se proyectó inicialmente como pasaje comercial a semejanza de los que por entonces se encontraban de moda en las capitales más importantes de Europa. Disponia de grandes tiendas de lujo y bazares. La galería o calle central estaba cubierta por una armadura de hierro y cristal, y sus entradas estaban formadas por cuerpos salientes rematados con esculturas de Francisco Pérez que personificaban el comercio y el lujo.
Por desgracia, fue un fracaso para su propietario Manuel Matheu, que se arruinó, quizá Madrid todavía no estaba preparada para estas modernidades. El Pasaje de Matheu, llamado también pasaje de la Equidad y Bazar de la Villa de Madrid, fue construido por Antonio Herrera de la Calle en el año 1847. Constaba de tres plantas dedicadas al comercio destacando las tiendas de ropa, una para mujeres y otra para hombres. Lo mejor de todo era la iluminación nocturna, capaz de competir con los mejores bazares de Londres y París.
Plano de Texeira año 1656. Marcado con el VI, el Convento de la Victoria |
Recreación del Convento de la Victoria |
Desaparecido el Pasaje de Matheu, la zona se transformó en viviendas y locales que hoy podemos contemplar.
Comenzaremos nuestro recorrido por el número 12 de la Calle de La Victoria, donde se encuentra la Casa del Abuelo, quizá la taberna más representativa de la zona.
Pasaje Matheu |
Nombrar Casa del Abuelo es venirnos a la memoria el sabor de las autenticas gambas que se podían tomar en Madrid.
Pero antes de paladear sus exquisitas tapas, creemos oportuno conocer un poco los orígenes de la taberna.
Casa del Abuelo, es una de las tabernas madrileñas más castizas. Esta tasca centenaria se abrió como colmado especializada en la venta de vinos y sidras. Desde su fundación, en 1906, la taberna ha estado siempre regentada por la misma familia, siendo su fundador Baldomero Ortiz y Gilabert.
Baldomero Ortiz bautizo la taberna con el nombre de “La Alicantina” por ser este el lugar de nacimiento de su madre, y porque la familia traía los vinos dulces de dicha provincia.
En los años 50, Patricio Ruiz abuelo de los actuales dueños y verdadero amante del vino decidió fabricarlo él mismo en sus propias bodegas. Obtuvo un vino dulce tan rico, que el público empezó a llamarlo cariñosamente vino “El Abuelo”. En La Casa del Abuelo se embotellaba el vino tras mantenerlo en una cuba grande donde los mismos camareros se encargaban de añadir la mistela al vino seco y remover y remover para evitar que se picara y conseguir el punto idóneo.
En los años 20 y 30 al fundador de la taberna se le ocurrió la idea de ofrecer bocadillos a sus clientes. La Casa del Abuelo no sólo se convirtió en la primera taberna que vendía chorizo, anchoas o sobrasada dentro de un pan, sino que también consiguió vender más de 1500 bocadillos en un solo día.
Una de las especialidades más demandadas en esta época era el vino dulce con rosquillas. Después de la guerra, las dificultades para conseguir pan obligan a los taberneros a buscar un producto que se consuma sin pan, entonces se les ocurrió servir gambas a la plancha.
Daniel Ruiz cuenta que, en los años de la posguerra, su abuelo se las veía y deseaba para encontrar algo comestible que servir en la tasca familiar. Un buen día, se fue al mercado buscando algo para sus clientes y se encontró con una caja de gambas que nadie se había podido permitir comprarla
Las gambas se sirvieron a la plancha como el menú del día, pero con precio popular. No sabía, entonces, que acaba de descubrir el futuro negocio de la familia.
En el bar no había ninguna plancha para asar las gambas y se optó por utilizar unas latas de membrillo para este menester. El primer kilo de gambas se agotó enseguida. El gran éxito de las gambas a la plancha requería la instalación de una cámara para su mejor conservación. En 1955 se solicita al Ayuntamiento licencia para una cámara frigorífica.
En La Alicantina, se servía un vino dulce o vino de chateo (saturado de azúcar para que se conservara). Los parroquianos solían invitarse a tomarse “un abuelo”, y unos bocadillos que eran la especialidad de la casa en aquella época.
Hoy, la gamba sigue siendo el plato estrella del local y su imagen de marca. Las podemos tomar, a la plancha, al ajillo, en gabardina, en croquetas, en banderilla. En La Casa del Abuelo, se puede tomar la gamba rosa de Palma de Mallorca, la blanca de Huelva y la roja de Garrucha que entra en la preparación de las croquetas.
En la actualidad el vino procede de las proximidades de Portugal, con denominación de Toro y elaborado por los propietarios de La Casa del Abuelo, para tal menester, adquirieron un pequeño viñedo con cepas muy antiguas.
Para defender y reactivar la tradición del tapeo madrileño, la Casa del Abuelo se juntó hace unos años con otras tascas históricas como, Casa Alberto, en el la calle de Las Huertas y la Taberna de Antonio Sánchez en la calle Del Mesón de Paredes, para formar la Asociación de Restaurantes y Tabernas Centenarias. Editan un boletín de noticias, participan a ferias y eventos promocionales, montan exposiciones y han creado un Club de Vinos exclusivo.
De la casa madre en la calle de la Victoria también han salido retoños: La Casa del Abuelo se encuentra también en las calle Goya y Núñez de Arce.
En el número 17 de la calle de la Cruz, podemos visitar la taberna “Fatigas del Querer”. Esta Taberna, se fundo en los años 20 del pasado siglo, se mantuvo cerrada unos años hasta que reabrió sus puertas en el 2006, manteniendo la decoración que tenía en su inicio. El nombre de Fatigas del Querer, tiene que ver con un estribillo de la bulería. “Dame un poquito de agua” cantada por Camarón en colaboración con Paco de Lucia.
Si abandonar la calle de la Victoria, en el número 5 se encuentra la taberna “Venta El Buscón". El nombre como no podía ser de otra forma, procede de la famosa novela de Francisco de Quevedo, no nos olvidemos de que nos encontramos en pleno Barrio de las Letras. Nos encontramos en una taberna camaleónica que se transforma en función de la hora del día. Taberna de día y local de copas por la noche.
Podemos degustar las tapas de chorizo ibérico, morcilla, cecina de León, queso, jamón ibérico, jamón de pato, mojama de atún y salmón ahumado. También tienen tapas calientes como el rabo de toro, callos y albóndigas caseras. Por la noche, a partir de las 24 h, el local da un giro y la taberna se convierte en un lugar de copas, música y baile.
Con una decoración muy personal, donde podemos encontrar pinturas de Don Francisco de Quevedo y detalles de la Edad de Oro, todo ello acompañado de azulejos de mensaque hechos a mano, que nos hacen pasar momentos agradables.
En este ambiente, si cerramos los ojos podemos sentirnos trasportados a épocas pasadas.
En la misma calle de la Victoria, se encuentra “La Fontana de Oro”, una de las tabernas más emblemáticas de Madrid, inicia su andadura en la época de Carlos III, en la calle de la Victoria nº 1. Tal era su fama, que incluso Benito Pérez Galdós la incluyó entre sus escritos.
La Fontana de Oro es una fonda café que lleva aguantando el paso de los años desde el siglo XVIII. Se encontraba situada en la esquina de la Carrera de los Padres Jerónimos con la calle de la Victoria, en lo que era la calle más concurrida de Madrid. Esta fonda madrileña inspiró posteriormente en el año 1870 a Benito Pérez Galdós en una obra titulada igual que la fonda “La Fontana de Oro” en lo que fue su primera novela. El café fue lugar de reunión de los liberales y punto álgido durante Trienio Liberal.
La Fontana de Oro, esquina calle de la Victoria y calle del Pozo |
Su historia, se remonta a 1760 aproximadamente donde figura como Posada para Caballeros y botillería, posteriormente es fonda de viajeros. El dueño era un italiano de Verona llamado Giuseppe Barbazan. A finales del siglo XVIII, había tres grandes fondas en Madrid: La Cruz de Malta, la Fonda de San Sebastián y la Fontana de Oro.
La fonda tuvo su momento más importante durante el llamado Trienio Liberal. Entre los oradores más efusivos de la época se encontraba Antonio Alcalá Galiano que pronunciaba discursos sobre las libertades constitucionales. Benito Pérez Galdós describe en su novela el aspecto del café por aquel entonces y el ambiente que se respiraba.
Detalles de la fachada de la Fontana de Oro |
En 1843 la Fontana es adquirida por el francés Casimir Monier que la incluye en las fincas adjuntas, también de su propiedad, dedicadas a baños y sala de lectura. Cambió el nombre a "Hotel Monier". Al pasar los años las guías de viaje definen "Fonda de los Embajadores" al mismo lugar donde se encontraba la Fontana de Oro.
Con los años paso de ser taberna a un restaurante vasco y posteriormente el Café Sol y Sombra. Hasta que en el siglo XX se volvió a recuperar como la antigua taberna que fue y además, siguiendo las letras de Galdós para seguir manteniendo su espíritu de antaño. En la Fonda había un espacio al que sólo tenían acceso los socios, denominado La Fontanilla, un altillo donde se daban los discursos de tono liberal. En la actualidad, se utiliza para actuaciones en vivo en el local. Por su carácter liberal, aparecen en sus azulejos retratos de Rafael de Riego o don Juan Martín el empecinado.
Galdós mencionaba que los techos de la taberna fueron pintados por un maestro madrileño, pero en la actualidad han sido encargados a artistas rusos de la escuela de Bellas Artes. Tres farolas que engalanan la parte central son de época fernandina. En la actualidad la Fontana de Oro es un pub de estilo irlandés, pero respetando la decoración anterior.
Interior de la Fontana de Oro |
En esta primera planta la decoración es típicamente irlandesa, banderas y escudos, la decoración se mezcla con la del antiguo café: Cuadros de militares, escudos, mosaicos pintados de la época, etc.
En el sótano, se encontraban las cuadras que fueron trasformadas para adaptarlas a uso hostelero, sus paredes y bobedas, están realizadas con ladrillo visto de la época y nos ofrece un ambiente muy acogedor. La decoración es una mezcla de vidrieras de colores, escudos, espadas y cuadros, con motivos típicos de los pubs irlandeses.
Lugar muy recomendable para tomarse un café o una cerveza en un ambiente típicamente irlandés.
Frente a la Fontana de Oro, en la calle de la Victoria esquina con la calle El Pozo, se encuentra el “Restaurante la Cruz de Malta”. Ésta es otra de las cervecerías del Viejo Madrid en un ambiente castizo y muy taurino, la taberna tiene un aire popular y antiguo.
Traemos a estas páginas esta cervecería no tanto por sus exquisiteces culinarias entre las que destacan una gran variedad de canapés, aperitivos, tapas y raciones variadas, sin olvidar sus carnes, sino por la esplendida decoración de sus paredes con múltiples azulejos con diversos motivos.
Azulejos fachada Cervecería La Cruz de Malta |
Sin abandonar la calle del Pozo, y dejando por unos minutos las tapas, cañas y vinos, en el número 6, se encuentra la antigua “Pastelería El Pozo”. Fundada en 1830 por la familia Agudo, es una de las mejores pastelerías artesanas que podemos encontrar en Madrid, en ella se siguen realizando los hojaldres de forma artesanal, con planchas de hojaldre rellenas de crema o cabello de ángel.
La pastelería es famosa por sus roscones, para algunos los mejores de Madrid, pan de Cádiz, turrones, hojaldres, torrijas, etc. El nombre de la calle y de las Pastelería procede de la creencia de que en la zona existía un pozo milagroso y al que se habrían arrojado las reliquias de unos santos, hecho que provocó situaciones misteriosas en el Madrid de aquellos tiempos.
El local, en el transcurso de los años, ha sido objeto de varias reformas, pero ha sabido conservar la decoración original, manteniendo el mostrador de mármol y madera, la maquina registradora y la antigua balanza de pesar.
En la actualidad la pastelería está regentada por los sucesores de Julián Leal, que se encargó de ella hace 87 años.
Abandonamos la Antigua Pastelería el Pozo y nos dirigimos a la calle de la Cruz número 4, donde nos encontraremos con “Casa Toni”, donde nos pueden ofrecer productos como las mollejas y zarajos, además de variadas raciones como: Patatas en variadas formas de presentación, pimientos de padrón morcilla, setas, chopitos y muchas más raciones y tapas, como podemos comprobar en su carta.
Casa Toni es el típico bar de tapas amplio para poder ir en grupo, buena relación calidad precio y raciones generosas. Como bebida podemos disfrutar de las jarras de cerveza y una buena sangría.
En el número 17 de la calle de la Cruz, podemos visitar la taberna “Fatigas del Querer”. Esta Taberna, se fundo en los años 20 del pasado siglo, se mantuvo cerrada unos años hasta que reabrió sus puertas en el 2006, manteniendo la decoración que tenía en su inicio. El nombre de Fatigas del Querer, tiene que ver con un estribillo de la bulería. “Dame un poquito de agua” cantada por Camarón en colaboración con Paco de Lucia.
La decoración del local está basada en azulejos andaluces elaborados a mano, las paredes son un homenaje a Julio Romero de Torres. La barra de madera tallada y una mesa de mármol de tonalidades verdes, destaca sobre el resto del mobiliario.
Su interior, está repleto de imágenes femeninas de Julio Romero de Torres, mesas y sillas añejadas, baños que con un poco de imaginación nos recuerdan a la vida de un pueblo, toda esta decoración nos transporta a épocas pasadas.
En el apartado gastronómico, destacaremos los ahumados e ibéricos, asimismo, las ensaladas, tigres, croquetas de jamón, patatas con distinta preparación destacando las patatas revolconas, callos, oreja a la plancha, picadillo, y para lo que no les apetecen las tapas y quieren un buen plato, se puede degustar el pollo a la parrilla, el rabo de toro estofado y el chuletón de Ávila.
Para beber, una colección de vinos tradicionales y por supuesto, vermut de grifo, copas y variedad de cócteles.
En la calle Cádiz número 9 se encuentra la “Taberna Malaspina”. Antes de entrar en la Taberna, lo primero que llama la atención es su fachada, con la recreación de un mapamundi de la antigüedad con el rotulo de Malaespina.
Para los más curiosos, Malaespina, fue una expedición al servicio del gobierno español que organizó el italiano Alejandro Malaspina en septiembre de 1788, junto con su amigo José de Bustamante y Guerra. Fue un viaje político-científico alrededor del mundo, con el fin de visitar casi todas las posesiones españolas en América y Asia y con el fin de realizar una documentación lo mas real posible acerca de las colonias y dominios de la monarquía española.
Nada más entrar, destaca la decoración, rápidamente nos recuerda al Madrid más castizo, de buen vino y buena tapa. Te sirven una tapa incluso antes de que hayas pedido la bebida. Se trata de una taberna muy concurrida. La carta es amplia en raciones, pero lo que realmente destaca, son sus huevos rotos y su tosta Malaspina, una tosta de tamaño XXL a base de tomate natural y aceite, acompañada con lacón con pimentón y queso fundido con orégano.
Malaespina, tiene una variedad importante de raciones, ensaladas y tapas al gusto del consumidor. Puedes encontrar tapas calientes con jamón, lomo, queso, chorizo, carne asada, cangrejo entre otros. Para beber puedes pedir la sangría como especialidad de la casa, por supuesto con su tapa correspondiente, también destacan los mojitos y caipiriñas.
Con entrada por la calle Espoz y Mina 18 y la calle Barcelona, nos encontramos con el “Restaurante Cervecería La Tintorería”. Abierto en el año 2004, es un ejemplo más de los nuevos locales que están apareciendo por la ciudad de Madrid, con nuevas ideas sobre la gastronomía.
Fachada de la Tintorería |
La decoración, es fundamental en el nuevo establecimiento, comenzando por la entrada principal en la calle Espoz y Mina y continuando por la decoración de sus salones en el sótano, donde se ha rescatado el ladrillo visto original de estas cuevas originarias de los siglos XVI y XVII que, al parecer, iban a parar todas a la Puerta del Sol. El buen gusto y la pulcritud de todos los detalles presiden todos los rincones de este establecimiento.
La carta es muy variada y seguro que satisface a los paladares más exigentes: Tablas de patés o de quesos, croquetas caseras, de jamón y de pollo, no nos olvidemos de los ibéricos, como buen restaurante madrileño, no podían faltar las raciones de callos, albóndigas y chipirones.
Cueva de la Taberna La Tintorería |
Y que decir de las ensaladas como la de jamón de pato a la salsa tártara, con foie, y el revuelto de patatas con pimientos de Guernica y virutas de jamón Ibérico, para los que gustan de los productos del campo, se puede degustar setas a la plancha, con ajito o morcilla de arroz, sobre una crema ligera de garbanzos. El restaurante nos ofrece también un crujiente de langostinos con cebolla confitada y salsa de soja, ó platos de cuchara, sin olvidarnos de un buen entrecotte a la plancha, con su guarnición ó variedad de pescados.
Podemos completar nuestra mesa con un buen vino y unos postres caseros.
Junto a la Plaza de Santa Ana, haciendo esquina con el callejón del Gato y la calle Núñez de Arce, donde en la década de los años 50 del pasado siglo, se respiraba la tauromaquia y literatura se encuentra hoy la “Taberna La Fragua de Vulcano”. Un espacio nuevo pero que aún mantiene el aroma de tasca de posguerra, donde todavía se respira el olor a vermut de grifo.
En nombre como podemos imaginar tiene mucho que ver con el famoso cuadro de Velázquez, La Fragua de Vulcano. Su decoración está basada en azulejos tradicionales como podemos contemplar en la fachada.
En su cocina, todavía se sigue preparando el exquisito cocido madrileño, realizado a fuego lento, y que en épocas pasadas, era el plato de las personas con pocos recursos. Si el cocido no es plato de nuestra devoción, nos podemos decantar por la fabada, las lentejas o una buena paella. A destacar también las gambas a la plancha, al ajillo ó una tortilla española.
Si quieres tomarte unas bravas de toda la vida, en el barrio que estamos recorriendo te puedes encontrar con la “Taberna las Bravas” en el callejón del Gato o mejor dicho Álvarez Gato, en la calle Espoz y Mina ó en el Pasaje de Matheu.
El establecimiento comienza su andadura allá por 1933 en el popular y literariamente conocido como El Callejón del Gato, donde los espejos cóncavos y convexos inspirarían a D. Ramón María del Valle-Inclán la figura del esperpento en su obra Luces de Bohemia.
En un principio se trataba de una taberna de venta de vinos y licores, que se fue transformando con el paso de los años, después de la guerra civil la taberna incorporó los aperitivos y diversas raciones. Sardinas asadas ó patatas fritas, destacaban especialmente. En la década de los 50, la taberna comenzó a añadir salsa picante a las patatas, suponemos que el picor animaría a beber a los clientes. No sin cierto rechazo al principio, la salsa con el paso del tiempo resultó un éxito. En el año 1960 la marca Las Bravas (patatas y salsa) fue patentada.
En 1963 se abrió el establecimiento de Espoz y Mina y en 1974, se amplió el negocio al Pasaje de Matheu.
El secreto de la salsa permanece dentro de las paredes de la cocina para amenizar no solo las patatas, sino otros productos culinarios como la tortilla y la oreja. Pero si somos alérgicos al picante, la taberna dispone de raciones de pulpo a la gallega, calamares fritos, pinchos morunos y croquetas caseras de jamón y pollo.
Nuestra siguiente parada es la Taberna La Alhambra en la calle de la Victoria número 9. Se trata de una de las Tabernas típicas de Madrid que abrió sus puertas allá por el año 1929, conservando los azulejos originales realizados por Alfonso Romero, el mismo que realizó los de la plaza de toros de Las Ventas. El Logo, es una reproducción de la imagen de la hija de Julián del grupo Tequila caracterizada de mejicana. Dentro de la Taberna se puede contemplar un arco de medio punto que comunica la Taberna con la Cantina, conserva su magnifica decoración de taberna andaluza con sus azulejos y el paisaje de la Alhambra entre dos arcos arabescos, con detalles curiosos para observar, como las paredes de ladrillo e imágenes en grandes composiciones de azulejos y el Logo presidiendo el salón.
Toreros y estrellas de cine fueron clientes habituales de esta Taberna, que conserva ese aroma añejo de casticismo.
En cuanto a la carta, tienen un excelente surtido de productos ibéricos, ahumados y quesos y otras raciones típicas del tapeo madrileño como las croquetas, la tortilla española o las patatas dos salsas.
Interior de la Taberna La Alhambra |
Para los que no deseen comer de tapas ó raciones, la Taberna nos ofrece: Entrecot, rabo de toro, paella mixta y diversos platos de la cocina española.
Comenzamos nuestro recorrido en la que podemos considerar taberna estrella de la zona, El Abuelo y para finalizar nos acercaremos a uno de los establecimientos con más solera de Madrid “Lhardy”, restaurante ubicado en pleno centro de Madrid en la Carrera de San Jerónimo número 8,.abierto en el año 1839 por su fundador el francés Emilio Hugenin Lhardy.
El local se abrió en principio como una pastelería que poco a poco fue incorporando comidas. En la actualidad es tienda y restaurante, destacando su famoso caldo desde 1885, el restaurante ofrece desde sus comienzos servicios de catering de alto standing a los hoteles y a las celebraciones de la alta sociedad.
Las fondas de los Siglos XVIII y XIX no ofrecían buenas comidas a los extranjeros y de esto se quejaba ya Mariano José de Larra. La oferta gastronómica era mala y el servicio pésimo, las comidas que se servían, llenas de aceite y ajo, y no eran del agrado de los visitantes extranjeros, la apertura de Lhardy supuso un punto de alivio para los visitantes
El evento que lanzó a la fama a Emilio Lhardy fue la organización del bautizo del hijo primogénito de José de Salamanca y Mayol (Marqués de Salamanca) en 1841. Dicho evento fue coordinado desde el punto de vista culinario por Emilio Lhardy. Este evento hace que Mesonero Romanos realice una reseña en 1844 en una edición del “Manual de Madrid”.
Como ya hemos indicado es famoso desde hace muchos años el caldo de carne que ofrece en un samovar de plata, tradición introducida en el local en el año 1885. El restaurante posee seis salas decoradas al gusto del siglo XIX y comienzos del XX. Algunos autores alaban el cocido madrileño elaborado en su restaurante, es un cocido (servido a los tres vuelcos) que ha venido a denominarse con el tiempo “cocido de Lhardy”. destacar algunos pasteles con nombre francés como: Petits sous, los éclairs, diversos hojaldres, los esponjados savarins (aromatizados de ron o kirsh), así como tartas.
En zona de charcutería y de fiambres se tiene el pavo trufado el roastbeef, la lengua escarlata, pasteles de hígado (de perdiz, de liebre, etc), guarnecidos de huevo hilado, aspics, la poularde demi deuil, etc.
Interior de Lhardy |
El lenguado al vino blanco ha llevado lejos su prestigio y en algunas cartas francesas lo denominan "Lenguado Lhardy". El el otro plato conocido y alabado por diversos autores son los callos a la madrileña. Es muy mencionada la exclusiva bodega con gran variedad de vinos que posee de España y de otras partes del mundo.
Los salones que posee Lhardy se distribuyen en dos plantas, en la primera está el Salón isabelino, decorado con cuadros de Agustín Lhardy y el famoso Salón japonés de pequeñas dimensiones que debe su nombre a las telas de sus paredes y a las lámparas que lo decoran. En la segunda planta posee los salones Sarasate, Gayarre y Tamberlick.
Benito Pérez Galdós menciona el restaurante en algunas de sus novelas de los Episodios Nacionales: Prim, España sin Rey, Amadeo I, Lo prohibido, Torquemada. La primera mención de Lhardy en los Episodios Nacionales la encontramos en Los Ayacuchos:
"Me llevó el Marqués de Salamanca en su coche a la Carrera de San Jerónimo, donde se ha establecido un suizo llamado Lhardy, que es hoy aquí el primero en las artes de comer fino”.
Bretón de los Herreros menciona a Lhardy en su comedia La hipocresía del vicio.
Luis Coloma en su novela Pequeñeces, editada en 1891. Donde se menciona literalmente a Emilio Lhardy.
Hemos llegado al final de nuestro recorrido, pero somos conscientes de que por el camino nos hemos dejado algunos establecimientos dignos de tenerse en cuenta, que mejor que cada uno de vosotros descubraís cada uno de los establecimientos de la zona.
Hemos llegado al final de nuestro recorrido, pero somos conscientes de que por el camino nos hemos dejado algunos establecimientos dignos de tenerse en cuenta, que mejor que cada uno de vosotros descubraís cada uno de los establecimientos de la zona.
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