viernes, 27 de julio de 2012

PLAZA DE NEPTUNO

En la mitología romana, Neptuno es el hijo mayor de los dioses Saturno y Ops, y hermano de Júpiter y Plutón. Neptuno gobierna todas las aguas de los mares y cabalga sobre caballos blancos. Se le conoce como Poseidón en la mitología griega.
Neptuno, eligió el mar como morada, con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y manantiales y su ira provoca temibles seísmos y terremotos.
Neptuno, es el dios que sostiene el planeta en el que vivimos, porque el océano rodea la Tierra y él desde los mares, soporta el peso de la tierra firme.


Su esposa principal fue Anfítrite, una Nereida que le dio como hijos a los tritones, monstruos marinos con rostros humanos barbados y colas como las de los delfines.
Originalmente, Neptuno es el dios romano de las nubes y la lluvia, y así se mantiene hasta el año 399 a. C., cuando se decide la importación del culto a Neptuno desde las colonias griegas de Sicilia y se traslada entonces la divinidad de las aguas aéreas a todas la aguas de la Tierra.
La Fuente de Neptuno, es un monumento de estilo Neoclásico situada en el centro de la plaza de Cánovas del Castillo.
Fue el rey Carlos III quien decidió darle un aspecto más moderno a Madrid remodelando la zona del Paseo del Prado y Recoletos. Debía ser un lugar de cultura con museos y también de esparcimiento, donde los madrileños pudieran disfrutar de un agradable paseo.
Tanto Neptuno como Cibeles y la fuente de Apolo eran las joyas del llamado Salón del Prado. Cibeles y Neptuno, se colocaron inicialmente mirándose la una a la otra y a ras del suelo.


         La fuente de Neptuno, fue diseñada por el arquitecto Ventura Rodríguez y realizada entre 1780 y 1784 por Juan Pascual de Mena, quien la esculpió toda ella en mármol blanco procedente de Montesclaros en la provincia de Toledo.
La fuente consiste en un gran pilón circular en cuyo centro se encuentra la figura de Neptuno, dios de los mares, con una culebra enroscada en la mano derecha y el tridente en la izquierda, erguido sobre un carro formado por una concha tirada por dos caballos marinos con cola de pez. Alrededor del carro se ven focas y delfines que arrojan agua a gran altura.
La fuente, fue trasladada al centro de la plaza en el año 1898, lugar que sigue ocupando en la actualidad.

Ya hace muchos años, que desde la Puerta del Sol partían hacia el Prado varios senderos; uno de estos, al construirse el monasterio de San Jerónimo en 1503, aumentó su trasiego y se convirtió en una vía para carros para visitar el monasterio. Fue el origen de la Carrera de San Jerónimo, y su importancia aumentó al usar los Austrias el Palacio del Buen Retiro como centro cuaresmal y de festejos, y especialmente cuando se incendió el Alcázar residencia de los primeros Borbones, obligandose a vivir en el Palacio del Buen Retiro, mientras se realizaban las obras de rehabilitación del Alcázar.

Plano de la confluencia de la Carrera de San Jerónimo con el Prado, según Mancelli año 1620.

          La Carrera de San Jerónimo finaliza en la actual plaza de Cánovas del Castillo, en la que se halla situada la fuente de Neptuno, motivo que lleva a muchos madrileños a llamarla Plaza de Neptuno. Ocupa un emplazamiento privilegiado en pleno Paseo del Prado, muy cerca del Museo del Prado, una de las mejores pinacotecas del mundo, y el Palacio de Villahermosa (Museo Thyssen Bornemisza). En la plaza también se encuentran los hoteles: Palace y Ritz.
Antonio Cánovas del Castillo, fue un escritor y político del Siglo XIX, que llegó a ser Presidente del Gobierno. Murió asesinado por un anarquista en el balneario de Santa Agueda en Guipúzcoa el año 1897.

El Paseo del Prado, debe su nombre al desaparecido Prado de los Jerónimos, un conjunto de solares y prados silvestres situados alrededor del monasterio de San Jerónimo el Real, que marcaban el límite oriental del casco urbano madrileño. En sus proximidades existían otras dos zonas designadas como prados: El de los Recoletos Agustinos, coincidente, en líneas generales, con el actual Paseo de Recoletos y el de Atocha, cerca de la actual Plaza del Emperador Carlos V. Todos ellos eran conocidos con el común denominador de Prado Viejo.

La primera reforma urbanística del Prado Viejo tuvo lugar en el año 1570, bajo el impulso del rey Felipe II, que nueve años antes había establecido la Corte en Madrid. En la esquina de la Carrera de San Jerónimo con el Prado existía una construcción que se denominaba la Torrecilla de la Música que aparecía en diversos planos de la época.
El proyecto de remodelación de la zona consistió, en la alineación de las manzanas orientales de la ciudad para la creación de una zona de recreo y esparcimiento, articulada alrededor del cauce del desaparecido arroyo de la Fuente Castellana o del Olivar, también llamado Bajo Abroñigal y que discurría al este del casco urbano.
Fruto de esta iniciativa fue la plantación de una arboleda longitudinal, dispuesta en una única hilera en el caso del Prado de los Recoletos Agustinos y en tres en el de los Jerónimos, según puede apreciarse en el plano de Pedro Texeira del año 1656.
Mediante este eje arbolado se marcaba la línea divisoria entre el caserío de la ciudad y los recintos monacales ubicados al otro lado del Prado Viejo.
A principios del Siglo XVII fue construido, junto al monasterio de San Jerónimo el Real, el Palacio del Buen Retiro, residencia real que cerraba la cara este del Prado de los Jerónimos.
Durante el reinado de Carlos III, las reformas urbanas de Madrid se plantearon en lo que entonces era la periferia de la ciudad, el Prado Viejo que, pese a ser un paseo muy popular había ido cayendo en un estado de abandono y perdiendo su primitiva función de lugar de esparcimiento.



El Salón del Prado, como se llamó a esta gran reforma, convirtió esta zona, profusamente arbolada, en un paseo con Jardines y Fuentes. La idea fue promovida por el Conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla, iniciándose los trabajos en 1763. Se trataba de integrar de forma unitaria los fragmentos dispersos del espacio de transición entre la ciudad y el conjunto palatino del Buen Retiro, mediante la creación de un espacio limitado y embellecido por fuentes y vías arboladas.
Estas transformaciones llevaron a los grandes de España a construir sus residencias en el entorno del Prado para estar cerca de los reyes. Algunas de estas edificaciones todavía se conservan aunque muy renovadas, pero por desgracia, otras muchas han desaparecido debido a la acción de la piqueta y a la especulación urbanística.

Para conocer un poco mas el entorno de la Plaza de Neptuno, comenzaremos nuestro recorrido por el palacio que podríamos considerar la “Joya de la Corona”, el Palacio de Medinaceli.
El Palacio del Duque de Medinaceli con sus jardines, huertas y dependencias ocupaba una gran manzana comprendida entre la Carrera de San Jerónimo, el Paseo del Prado y las calles de Huertas, Jesús, Cervantes, San Agustín y la plaza de las Cortes. Fue mandado construir por el duque de Lerma en la primera década del Siglo XVII y heredado posteriormente por los Medinaceli, sus legítimos descendientes. Las dependencias eran tan numerosas que el duque de Lerma no necesitaba abastecerse de nada fuera de sus tapias, elaborando el pan para el consumo interno  del Palacio.

1-Palacio de Medinaceli. 2-Convento de Santa Catalina. 3-Convento de los Trinitarios.

Durante la Guerra de la Independencia, fue incautado por los franceses causando grandes destrozos. En 1857 se abrió en sus terrenos la prolongación de la calle Lope de Vega al paseo del Prado y a principios del siglo XX la de Cervantes también al Paseo del Prado y la calle Jesús a la Plaza de las Cortes. El palacio era conocido por los madrileños como el Palacio del Prado. La muerte del quincuagésimo duque de Medinaceli en 1873 hace que su viuda traslade su vivienda a su nueva residencia del Paseo de Recoletos esquina a la Plaza de Colon. El abandono del Palacio del Prado, motiva su demolición que se lleva a cabo en 1910 y en su lugar se levantó el Hotel Palace.

Año 1863.  A la izquierda el Palacio de Medinaceli, a la derecha Palacio de Villahermosa
En este punto, que mejor que el propio Mesonero Romanos nos describa las características del palacio en su libro “El Antiguo Madrid”  del año 1861.
"El Palacio de los duques de Medinaceli, inmenso edificio, que, con sus jardines y dependencias, ocupa una superficie de 244.782 pies. Creemos que fue mandado construir por el opulento duque de Lerma D. Francisco Gómez de Sandoval, siendo marqués de Denia y favorito ya de Felipe III; era además suya, según ya queda expresado, toda la manzana que desde el paseo del Prado llegaba a la calle de San Agustín, y desde la Carrera de San Jerónimo a la calle de las Huertas, en una extensión prodigiosa, que bastó, no sólo a dotar a su palacio de amplias huertas y jardines, picadero y otras oficinas, sino a las dos fundaciones religiosas que ya dijimos hizo antes y después de ser electo cardenal de la S. I. R.; una de la casa profesa de Jesuitas (después convento de San Antonio), donde colocó el cuerpo de su glorioso antecesor San Francisco de Borja, duque de Gandía, y la otra, la de Trinitarios de Jesús; y no satisfecha aún su piedad opulenta con estas fundaciones, de que rodeó su palacio ducal, adquirió el edificio que ocupaba el Hospital General para colocar en él a las monjas de Santa Catalina, estableciendo por medio de un arco sobre la calle del Prado la comunicación de su palacio con la tribuna de esta iglesia.
A este palacio, en fin, se retiró Felipe V, a la muerte de su primera esposa D.ª María Gabriela de Saboya, en Febrero de 1714, por consejo y disposición de la intrigante y poderosa Princesa de los Ursinos".

Como ya hemos indicado, en el solar que dejo el Palacio de Medinaceli, se construyó el Gran Hotel Palace.
Por si solo, el Hotel The Westin Palace, popularmente conocido como Hotel Palace, merece un capítulo aparte por la intensa actividad desarrollada en sus cien años de vida. En este apartado realizaremos un breve recorrido por su historia aportando algunos de los datos más interesantes sobre el Hotel.  Se encuentra situado en la Carrera de San Jerónimo, con fachadas a la Plaza de Cánovas del Castillo, Calle del Duque de Medinaceli y Plaza de las Cortes.
En el año 1910, y fruto de los deseos del rey Alfonso XIII para que Madrid pudiera disfrutar de un hotel que estuviera al nivel de la ciudad, se inauguró el Ritz proyectado por el arquitecto francés Charles Mewés. Las ciento ochenta habitaciones que poseía este nuevo Hotel de lujo junto con las del Gran Hotel de París ubicado en la Puerta del Sol, no eran suficiente para atender la creciente demanda de visitantes que afluía a la capital. La carestía de habitaciones de lujo en Madrid quedó patente años antes, tanto en 1902 durante las celebraciones para la coronación de Alfonso XIII como la de sus esponsales con Elena de Battemberg en 1906. En ambos eventos el esfuerzo por acomodar los visitantes fue una labor bastante complicada.


         Alfonso XIII aficionado a las carreras de caballos, tiene una entrevista con el empresario hostelero de origen belga, George Marquet, dueño de cadenas de hoteles en la Costa Azul, en este encuentro George es animado por el monarca a construir un Hotel en Madrid.
La obra se llevó a cabo en el solar de forma trapezoidal y de seis mil metros cuadrados. La inversión inicial prevista era de quince millones de pesetas. Eduardo Ferrés es un arquitecto experimentado que posee numerosas obras en España y Portugal, contó para su diseño con los ingenieros de la empresa de Marquet: Leopold Ghende y Max Linder. Una de las primeras actuaciones fue la realización de un basamento que soportara el desnivel existente entre la calle Medinaceli y la Plaza de Cánovas del Castillo. El 9 de Marzo de 1911 dieron comienzo las obras de vaciado, el 9 de julio de 1911 se colocó la primera piedra culminando el proceso de edificación el 12 de Septiembre de 1912, fecha en la que se inauguró.
La edificación contaba desde sus inicios de una gran complejidad debido a la necesidad de instalar ascensores, servicios sanitarios para los numerosos cuartos de baño, conducciones de agua caliente, etc.
Otra de las innovaciones que incorporaba el nuevo hotel era disponer de servicio de inodoros en cada habitación.
Esta innovación superaba en calidad al Ritz que desde sus inicios compartía este servicio entre varias habitaciones
El edificio con sus cuatrocientas habitaciones empleó el novedoso material constructivo denominado, "hormigón armado", siendo erigido en un periodo de dieciocho meses, abriendo sus puertas al público el 12 de septiembre de 1912.
Este hotel tenía como innovación la presencia de teléfono e interfono con la administración del Hotel en cada una de sus habitaciones.


Fachada del Palace en la Plaza de Neptuno

En la fecha de su construcción fue el Hotel más grande de Europa. Los bajos del edificio fueron famosos en Madrid por ofrecer servicios diversos, tales como los salones de baile denominados el The del Palace, los salones de jazz del Rector's Club y la cervecería La Brasserie. En los años cuarenta se instaló el Cine Palace y posteriormente la cadena Starbucks, VIPS.

Fachada principal del Palace en la Carrera de San Jerónimo
Se atendían los servicios del hotel con un conjunto de seiscientos empleados distribuidos a lo largo del edificio. Oficialmente fue inaugurado el 12 de octubre por el Gobierno Español representado por el primer ministro José Canalejas unos meses antes de morir en un atentado.
El edificio fue galardonado en 1914 por el Ayuntamiento de Madrid por ser el mejor edificio construido de la ciudad. El entorno urbanístico del Hotel comienza a poblarse de edificios. El arquitecto Antonio Palacios comienza a construir por encargo en 1913 un edificio de viviendas que posteriormente se denominó La Sud América y que en la actualidad es el Hotel NH Paseo del Prado, situado en la misma Plaza de Cánovas del Castillo, junto al Palace, separados ambos por la calle Cervantes.
El estallido de la Primera Guerra Mundial junto a la neutralidad de España, atrajo un nutrido éxodo de la realeza y alta burguesía europea hacía Madrid. Durante este periodo las habitaciones de ambos hoteles estuvieron constantemente repletas. Esta situación hizo que el Palace fuese denominado el "último refugio de la civilización". En sus salones se reunían los elementos más variados de la sociedad europea exiliada por la Guerra. Se hacían negocios de retaguardia. La inclusión entre sus huéspedes de la espía alemana Mata Hari  no queda lo suficientemente documentada.
La cercanía con el Congreso de los Diputados hace que exista una gran afluencia del mundo de la política. También eran clientes habituales de la cervecería del Palace algunos estudiantes de la Residencia de Estudiantes como lo eran Dalí, García Lorca y Luis Buñuel.
La llegada de la Guerra Civil, hizo que disminuyera la clientela y el inmueble se convirtió, ya desde el 18 de julio de 1936, en embajada de la Unión Soviética en Madrid durante un periodo de siete semanas. Se dedicó a este cometido sólo la primera planta del edificio. El resto quedó en manos de un comité de trabajadores hasta que el 4 de noviembre de 1936, fecha en que el Ministerio de la Guerra, decide convertirlo en un hospital de sangre, denominado: "Hospital de Base número 1". Posteriormente todo el Hospital Militar de Carabanchel, se trasladó al Hotel.
Tras el periodo de Guerra Civil, ya a comienzos del año 1939, George Marquet recupera el Hotel que tuvo que restaurarse por completo, debido en parte al uso intensivo como hospital de campaña y los efectos de los bombardeos aéreos.
Iberia alquiló las dependencias situadas en los bajos y fijó allí su oficina principal. Frente a la oficina de Iberia, la compañía solicitó al Ayuntamiento de Madrid la instalación de una terminal de autobuses que pudiera facilitar el transporte de viajeros desde y hacia el aeropuerto de Barajas. La parte que da a la Carrera de San Jerónimo se dedicó a la proyección del cine, y su sala se denominó, Cinema Palace.
El auge económico y la apertura de España al exterior permite la entrada de nuevos residentes en el Hotel, el caso más significativo es el de Ernest Hemingway que regresa a España tras una ausencia de casi veinte años, y que se hospeda en el Hotel. El Hotel se hace residencia habitual de los actores americanos que hacen su gira en España. Muchos de estos actores eran desviados desde el Ritz que tenía el criterio de no aceptar los personajes públicos famosos con el objetivo de mantener la atmósfera selecta de tranquilidad entre sus clientes.
Durante el intento de golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981, el Hotel sirvió de centro de operaciones para los medios de comunicación, los subsecretarios del Gobierno y la cúpula militar al estar próximo al Congreso de los Diputados.
El Hotel fue protagonista durante la noche del 28 de Octubre de 1982, mostrándose Felipe González y Alfonso Guerra asomados juntos al balcón del Hotel Palace al conocer los resultados favorables de las elecciones generales.

Frente al Hotel Palace en la acera de los impares de la Carrera de San Jerónimo, se encuentra el Palacio del Duque de Villahermosa, actual Museo Thyssen-Bornemisza.

Como gran parte de los grandes de España, el Duque de Villahermosa adquirió a Alesandro Pico della Mirandola en 1771 una casona barroca en el paseo del Prado, que había pertenecido con anterioridad a los duques de Maqueda.
En 1783 el duque de Villahermosa, encargó su reforma a los arquitectos Silvestre Pérez y Manuel Martín Rodríguez, pero no llegaría a realizarse. La casona palacio, era de planta sensiblemente rectangular y la distribución de las dependencias se realizaba en torno a tres patios interiores y a tres fachadas que daban, respectivamente, a un jardín lateral, al Paseo del Prado y a la Plaza de las Cortes.

  
Plano de Texeira año 1656, antiguo palacio de los Maqueda


El Duque fallece el 18 de septiembre de 1790 y será su viuda quien encargue  en 1805 al arquitecto Antonio López Aguado, discípulo de Juan de Villanueva, una nueva reforma del palacio. Esta vez si se llevan a terminó algunos cambios importantes, como la ubicación de la puerta principal en la fachada norte aprovechando el jardín; la ampliación de un piso más sobre los dos que ya tenía el palacio; la decoración de las fachadas con impostas y molduras de granito, y la ornamentación de los huecos de los balcones con molduras.
Con estas mejoras la construcción tomó el aire de las grandes mansiones nobiliarias que se habían construido en la corte durante el Siglo XVIII, como: Los Palacios de Goyeneche, de Buenavista, de los duques de Ugena, de Liria,  de los marqueses de Miraflores y de Perales y un largo etc.
En 1823 el palacio se convirtió en residencia del duque de Angulema, aquel que con la invitación del Congreso de Verona vino a España con los “cien mil hijos de San Luis” para derrocar los gobiernos del trienio liberal y restituir a Fernando VII en el trono. Más tarde se convirtió en una especie de hotel para nobles y acogió durante algunos años la sociedad artístico-literaria, llamada del Liceo y de la que era ferviente impulsor José Zorrilla.

A mediados del siglo XIX, fue una de las residencias más ilustres de Madrid, escenario de importantes fiestas y veladas culturales. El pianista y compositor Franz Liszt tocó el piano en uno de sus salones, según atestiguaba una placa colocada en su fachada de la Carrera de san Jerónimo.


Fachada principal del palacio en obras finales de los 60 y fachada en la actualidad

La fachada principal del palacio fue siempre, desde su origen, la que da a los jardines, que luce en su cornisa el escudo familiar. No pudo elegirse como fachada principal la que da a la Carrera de San Jerónimo, porque al estar enfrente el Palacio de los Duques de Medinaceli, estos  tenían el privilegio de ostentar su escudo sin ninguno enfrente.

Placa conmemorativa en la fachada del Palacio de Villahermosa

En el frontispicio de la fachada principal la que da a los jardines, aún se conserva el nombre de la Duquesa María Pilar Azlor de Aragón y Guillamas, Duquesa de Villahermosa.
Los Duques de Villahermosa vivieron en el Palacio hasta la década de los 60 del Siglo XX, pero tras  largos años de deterioro y abandono, la Banca López Quesada adquirió el palacio y encargó una profunda reforma del inmueble al arquitecto Moreno Barberá en el año 1973, con el fin de instalar las oficinas centrales de la sede financiera. Esta reforma, que conllevo un vaciado integral del interior del palacio, no fue rentable para la Banca López Quesada pues al poco tiempo entró en crisis y tuvo que poner a la venta el palacio.
Fue adquirido en 1980 por el Banco de España y posteriormente cedido al Museo del Prado como edificio donde mostrar temporalmente colecciones pictóricas y celebrar exposiciones. La última reforma del palacio data del año 1992 realizada  por el arquitecto Rafael Moneo, con objeto de convertirlo en museo para acoger de forma permanente la colección de pinturas Thyssen-Bornemisza.

 Ramón Mesonero Romanos nos describe brevemente en su libro "El Antiguo Madrid" del año 1861 las características del palacio de Villahermosa.
"Frontero al Palacio de los duques de Lerma se eleva hoy el elegante y moderno de los duques de Villa-Hermosa, suntuosa obra de primeros años de este siglo, construida por orden de la duquesa viuda D.ª María Pignatelli y Gonzaga, bajo los planes y dirección del arquitecto D. Antonio López de Aguado.
Este bello edificio es una de las construcciones más dignas e importantes del moderno Madrid. Su interior es correspondiente a sus elegantes fachadas, distinguiéndose notablemente su grandiosa escalera, la magnífica capilla ducal y el suntuoso salón de bailes, en que estuvo el teatro de la brillante sociedad del Liceo Artístico y Literario, y las principales habitaciones ocupadas por los duques propietarios, y que en 1823 habitó el delfín de Francia, Duque de Angulema, generalísimo del ejército francés".

El Museo Thyssen-Bornemisza es una pinacoteca de viejos maestros y otros del Siglo XX. Su existencia se debe al acuerdo de arrendamiento en 1988 y a la posterior adquisición, por parte del Gobierno español en julio de 1993, de una amplia selección de la colección privada reunida por la familia Thyssen-Bornemisza a lo largo de siete décadas. Este fondo artístico aportó numerosos autores extranjeros ausentes del circuito museístico español complementando a los dos principales museos estatales, el Prado y Reina Sofía.

Inaugurado en 1992, el Museo Thyssen-Bornemisza conforma con ellos el llamado Triángulo del Arte, una concentración pictórica quizás la más importante de Europa. Es uno de los museos españoles de mayor éxito, ocupando el puesto 56 entre los museos mas visitados del mundo.

Fachadas del Museo Tyssen

        
El acuerdo entre el Estado español y la familia Thyssen, permitió ocupar el Palacio de Villahermosa. Su rehabilitación como pinacoteca fue diseñada por Rafael Moneo. Las mejoras más importantes  fueron la reordenación interior en salas amplias, dando gran importancia a la luz natural, con lucernarios controlados mediante sensores, y el cambio del acceso principal, que volvía  a la fachada posterior tal como era en origen. Se entendió que esta entrada era más adecuada para acoger al público ya que contaba con jardín propio.
La elección de mármol para los suelos y de estuco en color tostado para las paredes se debe a la baronesa Thyssen. El museo ofrece una atmósfera de cierta ostentación que recuerda a las mansiones-museo norteamericanas de origen privado; en el atrio cuelgan retratos de los barones Thyssen y de los reyes de España, junto a un gran tapiz con el escudo familiar, esculturas de Rodin y macetas con ficus y palmeras.

El museo se inauguró el 8 de Octubre de 1992, con la presencia de los reyes. En 2004 se amplió para albergar el núcleo más valioso de la colección Carmen Thyssen-Bornemisza mediante la suma de dos edificios colindantes, pertenecientes a la familia Goyeneche, el primero de ellos mandado construir por el Conde de Guaqui y el segundo por la Duquesa de Goyeneche. Estos edificios fueron reformados por Manuel Baquero y Francesc Plá, y se conectan por un ángulo al Palacio de Villahermosa. Su nueva fachada orientada al jardín es de estilo vanguardista si bien las salas siguen, en colores y materiales, la estética del primer edificio.
Los interiores tanto del Palacio de Villahermosa como de los dos palacios Goyeneche habían sido alterados en tiempos pasados, por lo que al carecer de valor histórico-artístico  pudieron reformarse en profundidad, incorporando la tecnología más moderna.
Sin profundizar en la enorme riqueza del museo, reseñaremos las colecciones más importantes del Museo:
Renacimiento italiano, siglos XIII-XVI.
• Renacimiento alemán: Durero, Holbein...
• Países Bajos, siglos XV y XVI: Van Eyck, Memling
• De Rafael a Caravaggio y Rubens.
• Barroco holandés: Rembrandt, Frans Hals.
• Del rococó al realismo Impresionismo:
• De Manet a Van Gogh.
• Pintura norteamericana del XVIII y XIX.
• Siglo XX: de Kandinsky a Lucian Freud.

Tranvía delante del Congreso año 1890

Final de la Carrera de San Jerónimo año 2012, al fondo los Jerónimos

Final de la Carrera de San Jerónimo con el palacio de Medinaceli a la derecha y al fondo los Jerónimos año 1853










domingo, 22 de julio de 2012

PLAZA DE LA PAJA

No se trata de la Plaza Mayor ni de la Puerta del Sol. La Plaza de la Paja es una pequeña plaza escondida en el Madrid más castizo, pero que atesora una larga historia que toda persona sea o no de Madrid, debe conocer.
Nuestra plaza se encuentra en el llamado Madrid de los Austrias, en la antigua morería y muy próxima a San Francisco el Grande.

Murallas del Madrid del Siglo XIV

El barrio de la Morería, arrabal que se encontraba situado fuera de los muros del primer recinto árabe madrileño, fue abarcado completamente por la muralla construida por los cristianos al principio del siglo XII. Al igual que en otras muchas ciudades, ésta fue la zona destinada para que  la población musulmana viviese alejada de los cristianos, después de la conquista de Madrid. Posteriormente, al rebajarse la presión que soportaban los árabes, estos ya pudieron adquirir posesiones en cualquiera de las otras zonas de la Villa.
En tiempo de los Reyes Católicos, las leyes dictadas en 1481 para que los judíos vivieran apartados, afectaron de igual manera a los mudejares, que se vieron en la necesidad de volver a recluirse en su antigua morería. En el año 1482, se suavizaron un poco las normas represoras. Nuevamente se dejó a los mudéjares comerciar en toda la ciudad, con la condición de regresar por la noche a la morería. Pero a partir de 1499, año de inicio de un nuevo endurecimiento de la política de los Reyes Católicos hacia ellos, algunos se marcharon y otros se convirtieron o no tuvieron más remedio que hacerlo al cristianismo (los llamados moriscos), integrándose con el resto de la ciudadanía, pero siendo muy castigados por la Inquisición. Finalmente, en 1609, Felipe III expulsó a todos aquellos que, más o menos secretamente, mantuvieron sus creencias o sus prácticas religiosas. 


Los mudéjares eran extraordinarios agricultores, laboriosos comerciantes, artesanos y, principalmente, excelentes albañiles, fontaneros y alarifes. El estilo mudéjar, los sistemas de construcción románico y gótico con elementos decorativos árabes, se caracterizaron por el uso primoroso del ladrillo y el yeso. Y para construcciones modestas se utilizaba el tapial, a base de tierra mezclada con paja.
El  barrio de Morería subsiste como antaño, respetando el nombre de sus calles y  la disposición del caserío, con construcciones abigarradas en medio de una red de calles estrechas.
En nuestro paseo, nos centraremos en la Plaza de la Paja y su entorno.
Curiosamente, la que hoy conocemos como Plaza Mayor, o Plaza del Arrabal, en el antiguo Madrid, era en realidad una plazuela en los arrabales de la ciudad, mientras que la Plaza de la Paja era la Plaza del núcleo de Madrid.

La Plaza de la Paja recibe su nombre de la costumbre que había en el siglo XV de vender la paja que se daba al capellán y cabildo de la capilla del Obispo para mantenimiento de las mulas que los citados capellanes utilizaban para pasear.



Sin embargo, su verdadera importancia es anterior a estas fechas pues en el siglo XIII era el lugar de mercado y centro de la villa, hasta que Juan II mandó construir la Plaza del Arrabal, que luego se transformó en la Plaza Mayor.
La plaza de la Paja esta coronada por la Capilla del Obispo que fue ideada para albergar el cuerpo de San Isidro aunque al final no se utilizó para tal fin. Como Plaza Mayor estaba rodeada de palacios ( Palacio de los Lasso de Castilla, Palacio de los marqueses de la Romana, Infantado, Benavente, Villafranca, Anglomá, Lujanes y Vargas), que con el tiempo fueron siendo abandonados.
Durante el siglo XIX algunos de estos palacios se sustituyeron por edificios de viviendas para las clases populares con la finalidad de obtener rentas, forma de inversión de las clases más acomodadas. El antiguo palacio de los Vargas, ahora centro de enseñanza, junto con a la Capilla del Obispo, son de los pocos edificios que se conservan de la época, aunque han sufrido transformaciones.
En esta Plaza encontraban alojamiento los reyes Católicos cuando venían a Madrid.


Comenzamos nuestro recorrido al final de la Plaza de la Paja y sobre un balcón de la calle Segovia, donde encontramos el jardín y Palacio del Príncipe de Anglomá.
El Palacio del Príncipe de Angloma o Palacio de Angloma es un edificio palaciego del Siglo XVII situado entre las calles Segovia, Calle de San Andrés, calle de San Pedro y calle del Príncipe de Anglomá.
Construido entre 1675 y 1690, sobre un solar en el que se encontraba la casa de la familia Vargas desde el año 1530. En el nuevo palacio, entre otros muchos, habitó Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pimentel, hijo del IX duque sé Osuna. Mas tarde paso a manos de los Duques de Benavente, por cuyo motivo también se denomina Palacio de los Benavente. Se dice que antiguamente sus bajos acogieron unos túneles secretos que comunicaban con el Palacio Real.
Fue reformado por primera vez en 1776 por Vicente Barcenilla y más tarde, entre 1802 y 1803 por Antonio López Aguado. adaptándolo éste último a la moda neoclásica del momento.
Sus famosos jardines asimismo fueron reformados en 1920 por Javier de Winthuysen, a pesar de sus reducidas dimensiones es aconsejable visitarlos, para observar su diseño y especialmente su empedrado.
El edificio tras permanecer largos años cerrado y abandonado estuvo a punto de ser derribado, de no ser por unos promotores que lo adquirieron en 1987 y lo rehabilitaron.
Actualmente acoge viviendas particulares, una empresa de formación a distancia y el Restaurante Negro de Anglomá.

Jardines del Palacio de Anglomá

Muy próxima al Palacio de Anglomá, se encuentra la Iglesia de san Pedro el Viejo en la confluencia de las calles del Nuncio y de Costanilla de san Pedro, considerada como una de las iglesias más antiguas de la ciudad.
El templo actual se construyó en el Siglo XIV, época a la que pertenece su torre mudéjar, sin duda su elemento arquitectónico más destacado y que podemos observar desde cualquier punto del barrio. A lo largo de los años, ha sido objeto de varias reformas que han alterado significativamente su aspecto primitivo. Una de las más importantes fue la realizada en el Siglo XVII, mediante la cual se unificó arquitectónicamente el conjunto de la Iglesia.

Torre de San Pedro el Viejo

La parroquia de San Pedro el Viejo tiene un origen incierto. Aparece citada en el Fuero de Madrid de 1202, en referencia a una antigua edificación existente en la actual plaza de Puerta Cerrada, y se sabe que, en el Siglo XIV, fue trasladada a un nuevo edificio, en su actual emplazamiento. Es muy posible que éste se construyera sobre la antigua mezquita del arrabal morisco de la Morería.
Inicialmente era conocida como San Pedro el Real, pero perdió esta denominación en 1891, cuando dejó de ser parroquia en favor de la iglesia de la Paloma.

La Iglesia de la Paloma pasó a llamarse San Pedro el Real y para evitar confusiones, popularmente se bautizó al edificio de la calle del Nuncio como San Pedro el Viejo. Confusión que, en la práctica nunca ha existido, ya que los madrileños siempre han designado a la iglesia de la Paloma con este nombre y no con su denominación oficial.
La torre es el único elemento que mantiene un estilo concreto, el mudejar, y aún así no aparece en estado puro, pues está rematada con un campanario de traza herreriana. Fue erigida en ladrillo, a mediados del Siglo XIV. Junto a la base de la torre, aparece una sencilla portada sellada en la actualidad, que podría ser del Siglo XVI.


Placa de la Iglesia de San Pedro el Viejo

En el interior conviven rasgos arquitectónicos del Siglo XV, caso de la cabecera nervada de la nave de la epístola; como la capilla de los Luján (hoy llamada del Perpetuo Socorro); y del Siglo XVII, cuando se levantaron la cabecera principal y las tres naves.
Estos últimos elementos fueron incorporados durante la reforma proyectada por el arquitecto Francisco Sanz en el año 1655, quedando unificado  arquitectónicamente el interior del templo.
En la capilla de los Luján estuvo el sepulcro de fray Antonio de Luján, obispo de Mondoñedo, mandado construir por Francisco de Luján, su hermano, y que se conserva en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional. El retablo mayor es obra de Sebastián de Benavente y data del año 1671.
En San Pedro el Viejo se guarda una de las imágenes religiosas de mayor devoción entre los católicos madrileños. La talla de Jesús el Pobre, llamado así para diferenciarlo de la imagen de Jesús de Medinaceli, fue tallada por Juan de Astorga,  en Sevilla a finales del Siglo XVIII.
En 1812, la talla fue trasladada desde Sevilla hasta su actual ubicación, como regalo de la duquesa viuda de Santiesteban y Medinaceli, quien la conservaba en el palacio de la Casa de Pilatos.
La Archicofradía de Jesús el Pobre sale en procesión cada Jueves Santo, en uno de los desfiles más multitudinarios de la Semana Santa Madrileña.
En el interior del templo se encuentra la capilla del Cristo de las Lluvias, que tiene su origen en una tradición de la Edad Media. Según la leyenda, el repicar de las campanas conseguía desviar las tormentas y con ello, se lograba salvaguardar las cosechas de las adversidades meteorológicas.
Todo el entorno de la iglesia de San Pedro el Viejo, incluida la parte trasera a las escalerillas de la Travesía del Nuncio, constituye uno de los parajes más típicos de Madrid.

En la Plaza de la Paja, se encuentra la Capilla del Obispo, construida en el lugar que ocupaba una antigua capilla erigida posiblemente por Alfonso VIII en la manzana 129, propiedad casi toda ella de uno de los linajes más poderosos de Madrid, los Vargas.
Forma parte del complejo parroquial de San Andrés, integrado, además de por la Capilla del Obispo, por la Iglesia de San Andrés, de planta gótica, y la Capilla de San Isidro, de estilo barroco. El conjunto monumental ocupa la práctica totalidad de una manzana, delimitada por las plazas de los Carros y de San Andrés al sur, la Costanilla de San Pedro al este, la Costanilla de San Andrés al oeste y la Plaza de la Paja al norte. El acceso a la Capilla del Obispo se realiza por unas escaleras situadas en la Plaza de la Paja.

Año 1860, recreación de la Plaza de la Paja

En el año 2006 comenzó la última fase de las obras de restauración del complejo, financiadas por la Comunidad de Madrid y dirigidas por el arquitecto Javier Vellés, en las que se tiene previsto volver a conectar las tres estructuras.
Fue un miembro de la familia Vargas, Francisco de Vargas, quien ordenó en 1520 la construcción del templo. Las obras fueron acabadas en 1535 por su hijo, Don Gutierre de Vargas y Carvajal, Obispo de Plasencia, y de quien la capilla ha adoptado el nombre con la que es más conocida, ya que su advocación verdadera es la de San Juan de Letrán.
Tras la concesión a la familia Vargas de la custodia del cuerpo de San Isidro en 1518, las reliquias del santo fueron trasladados a esta capilla desde la contigua parroquia de San Andrés, por lo que hasta 1544, año en que los restos vuelven a su antiguo emplazamiento, la Capilla del Obispo fue también conocida como la Capilla del Cuerpo de San Isidro.
Este magnífico edificio, monumento nacional desde 1931, representa la transición del gótico (nave y ábside cubiertas por bóvedas góticas de crucería) al renacimiento, puerta y decoración interior.

Levantado como una capilla de la parroquia de San Andrés, con la que en un principio estaba comunicada, destaca en el interior el prodigioso retablo mayor, obra del palentino Francisco de Giralte, discípulo de Berruguete, quien le concluyó hacia 1550 con la colaboración de Juan Villoldo el mozo, quien realizó la policromía.

Retablo de la Capilla del Obispo

En 1544, una vez retirados los restos de San Isidro, la capilla pasó a ser panteón de los Vargas, de acuerdo a una práctica entonces común entre las más notables familias de la oligarquía madrileña.
 A tal efecto, Francisco Giralte también construyó el sepulcro del obispo fundador, con su estatua orante y la de sus familiares; así como los sepulcros de los padres de éste, Francisco de Vargas e Inés de Carvajal, situados a ambos lados del presbiterio. 
A destacar la fachada plateresca, con hermosas labores sobre la escalinata, las puertas atribuidas a Francisco de Villalpando pero que probablemente fueron talladas por Cristóbal de Robles. En el interior, de una sola nave, con altas y complicadas nervaduras góticas, destaca el retablo, plateresco obra de Francisco Giralte discípulo de Berruguete. En él se representan escenas de la vida de Cristo bajo la mirada del Padre Eterno. A los lados del altar se hallan los sepulcros de los fundadores, don Francisco de Vargas y doña Inés de Carvajal, su esposa, con figuras en alabastro de Giralte. Más rico es el sepulcro del obispo de Plasencia, de excelsa belleza, también de Giralte, conjunto en el que sobresale la figura de don Gutierrez orante, arrodillado en un riquísimo reclinatorio.

En la Plaza de la Paja, con vuelta a las calles de la Redondilla y Mancebos, se encontraba la casa palacio de los Lasso de Castilla, derribada en 1880 para construir en su lugar varios edificios de viviendas.
Tenía unos sesenta mil metros cuadrados de superficie y, se comenta que disponía de más de cien habitaciones.


Dibujo de la fachada del Palacio de los Lasso
Fue levantada en el Siglo XIV, en los últimos años del reinado de Enrique IV, por Pedro de Castilla, biznieto del rey don Pedro I que se caso con Catalina Lasso de Mendoza, hija del señor de Mondejar.
Hacia 1490 mandó construir una enorme torre que fue derribada en 1816. El palacio lo heredó su hijo don Pedro Lasso de Castilla y en él residieron los Reyes Católicos, así como Fernando el Católico y su segunda mujer, Germana de Foix. También residieron en el Palacio, Juana la Loca y su marido Felipe el Hermoso y, posteriormente, los regentes del reino el Cardenal Cisneros y el deán de Lovaina que llego a ser Papa con el nombre de Adriano VI.



En el siglo XVI se construyó un pasadizo elevado que unía el edificio a través de la citada torre con la iglesia de San Andrés para comunicar los aposentos de los Reyes Católicos con la tribuna de la iglesia.
En 1611 el palacio pasó a sus primos los duques del Infantado, siendo derribado en 1882. En su solar, el marqués de Cubas, construyó, varios edificios de viviendas.

Junto a la capilla del Obispo, en el lado oriental del recinto, se alza el Palacio de los Vargas, construido en el Siglo XVI. La fachada de este edificio fue transformada en el Siglo XX, adoptándose una solución para que su fachada fuese una prolongación de la Capilla del Obispo, de forma que ambos conjuntos muestran idéntica fachada.
El apellido de Vargas, alcanzó su mayor celebridad en la villa, en el año 1083 cuando Madrid fue reconquistada por el rey don Alfonso VI. En la historia de esta villa, alcanzó gran importancia, el linaje de los Vargas; siendo el primero de este apellido, del que se tienen noticias, Juan o Iván de Vargas, se le atribuyen los dos nombres, fue un valeroso guerrero, que ayudó eficazmente a don Alfonso en la conquista de la villa.


Palacio de los Vargas a la izquierda de la Capilla del Obispo

Una vez pacificada la zona, se convirtió en un rico hacendado, a cuyo servicio estuvo San Isidro Labrador.
Un hijo de Iván de Vargas, llamado Pedro Ibáñez de Vargas, acompañó al rey Alfonso en la conquista de Toledo, en el año 1085, recibiendo una gran herencia, fundando, a media legua de la ciudad de Toledo, un lugar que se llamó Vargas y constituyó el principio de los Vargas de Toledo.
Con posterioridad, Pedro Fernández de Vargas nieto del citado Pedro Ibáñez de Vargas, fue uno de los más esforzados guerreros que se distinguieron en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, dando repetidas pruebas de ser digno descendiente de sus valerosos antepasados. Este mismo valor les fué trasmitido a sus hijos Garci Pérez de Vargas y Diego Pérez de Vargas.

Estatua a la entrada del antiguo Palacio de los Vargas
 Garci Pérez no sólo emuló las bélicas hazañas de su progenitor, sino que las sobrepasó. Fue uno de esos héroes que mereció ser cantado en las novelas de caballería. Venció al rey de los gazules, al que dio muerte y por esta y otras muchas hazañas mereció que su nombre fuera esculpido en mármol, en una inscripción que se leía en la puerta de Jerez, en la ciudad de Sevilla.
La Casa de los Vargas, cuyos campos se dice que araban los ángeles mientras  San Isidro rezaba, ostenta sobre su portón la siguiente leyenda: "Esta fue la casa solar de Iván de Vargas, al cual sirvió como criado el glorioso San Isidro".
En el Palacio de los Vargas abrió doña Baldomera, hija de Larra, su especial Banco Popular de Imposiciones por los años 70 del siglo XIX, con el que estafó a mucha gente trabajadora y humilde de todo Madrid.
La Casa de los Vargas fue donada por la Casa de Alba, actuales tenedores de los títulos nobiliarios de los Vargas, para que funcionase en ella un instituto de educación concertada, concretamente el Centro de Enseñanza Media Santa Bárbara.

El antiguo e ilustre Colegio de San Ildefonso, cuyos niños cantan todos los años los premios de la popular Lotería de Navidad, se encuentra en la Plaza de la Paja haciendo esquina con las calles Redondilla y Alfonso VI.
El Colegio de San Ildefonso es la Institución dedicada a la infancia más antigua de Madrid con más de 400 años de existencia.


Fachada Colegio de San Ildefonso
Desgraciadamente, no existe ningún documento que permita fijar con exactitud la fecha de la fundación del Colegio de San Ildefonso, pero el licenciado Jerónimo de Quintana, en su libro “Historia de la Antigüedad, Nobleza y Grandeza de la Villa de Madrid” de 1629, nos aporta algunos datos sobre su origen:

"En el Colegio de San Ildefonso, se crían los niños, que llaman de la doctrina. No se ha podido alcanzar a saber el principio de su fundación, ni quien lo fundase, por su mucha antigüedad; sólo se halla memoria de él en un privilegio de los señores Reyes Católicos por los años de mil y cuatrocientos y setenta y ocho, en que hacen merced de cierta limosna a este colegio, y se guarda en el archivo de la Villa”.


El documento histórico más antiguo que se conserva es una referencia documental, firmada por el rey Carlos I en 1543, que autoriza a la Villa de Madrid la concesión de 50 fanegas de trigo a los "Niños de la Doctrina".
Este colegio ubicado primitivamente en el número 3 de la Carrera de San Francisco fue trasladado en 1884 a la calle Alfonso VI, pues su antigua ubicación de había quedado pequeña al ir creciendo el número de niños que dependían de esta institución.
El actual solar  del Colegio, estuvo ocupado con anterioridad por el palacio de don Beltrán de la Cueva, perteneciendo desde 1510 a los Lujanes de la Morería. En el siglo XIX, el inmueble era propiedad del conde de Benalúa, pasando después al conde de Revillagigedo
El Colegio de San Ildefonso inauguró sus nuevas y flamantes instalaciones, después de una reforma integral, en el año 1884, acto que fue presidido por SS.MM. los reyes de España don Alfonso XII y doña María Cristina.

Sin abandonar la Plaza de la Paja, podemos contemplar la cúpula del llamado Complejo Parroquial de San Andrés.
El complejo parroquial, ubicado en la Plaza de San Andrés, lo conforman: La Iglesia de San Andrés dedicada a San Andrés Apóstol, la Capilla de San Isidro y la Capilla del Obispo de la que ya hemos hablado. 

Conjunto Parroquial de San Andrés

San Andrés es una de las iglesias más antiguas de Madrid. El primer dato documental que se tiene de su existencia es su aparición en el Fuero de 1202 como una de las parroquias de la ciudad, aunque no obstante, y según la tradición, ya existía desde la época de San Isidro, que fue feligrés de esta parroquia siendo enterrado en el cementerio de la parroquia hacia el año 1130, lo que dio origen después, para albergar el cuerpo incorrupto del Santo.

Se cree que la iglesia pudo estar situada sobre lo que fue una primitiva iglesia cristiana del Madrid islámico, ya que la jurisdicción de San Andrés se extendía por lo que fue el antiguo barrio mudéjar, posterior morería.
En 1656 quedó en ruinas la capilla mayor, lo que motivó que al año siguiente se iniciara la construcción de un templo nuevo con una orientación distinta respecto al primitivo.
Con la reforma de la Iglesia, la Capilla de San Isidro Labrador se acabó uniendo al conjunto finalizando las obras en 1699. Saqueada y parcialmente destruida durante la Guerra Civil, fue restaurada posteriormente con algunas modificaciones respecto al edificio original, así, la parroquia se reconstruyó sobre el espacio de la antecapilla de San Isidro, mientras que sobre lo que había sido la iglesia del siglo XVII, se construyó la nueva casa rectora.

Interior del complejo de San Andres

Las obras para levantar la Capilla de San Isidro, iniciadas en 1657 bajo la dirección de Pedro de la Torre, y en la que se emplearon piedras de la antigua muralla, y con la idea de que la Capilla quedara dentro del recinto del antiguo cementerio y tumba de san Isidro, obliga en el diseño al alargamiento de la primitiva iglesia medieval y el cambio de orientación al oeste, hacia la costanilla de San Andrés, donde se puso un retablo de Alonso Cano con esculturas de Pereira.
La capilla-relicario de San Isidro, concebida en 1622 como tumba del Santo Patrón, que acababa de ser canonizado, se ubica anexa a la vieja parroquia medieval de San Andrés. El proceso fue largo, al concurso convocado en 1639 se desestimaron las propuestas de arquitectos tan prestigiosos como Juan Gómez de Mora, fray Lorenzo de San Nicolás, Francisco Bautista, Cristóbal Colomo y Miguel del Valle, y sí se aceptó el proyecto de Pedro de la Torre.
Pero la realización material se fue dilatando hasta la construcción definitiva entre los años 1657 y 1669, dirigiendo las obras y variando detalles y alzados José de Villarreal.
En 1660 se contrató a Juan de Lobera para la ejecución del baldaquino que alojaría el cuerpo momificado del Santo, siendo él el que concluyó los trabajos por muerte de Villarreal.
El interior de la capilla fue suntuosamente recubierto de mármoles, jaspes y estucos dorados. Numerosos artistas de la época participaron en el enriquecimiento decorativo de la capilla, que se quiso fuera la octava maravilla del mundo y que sí al menos constituyó el primer ejemplar barroco netamente madrileño.
Antonio Germano, Gaspar de Olaza y Miguel Tapia, que se encargaron del revestimiento y labrado de piedras y mármoles; Juan de Villegas, que doró pilares y columnas; Erasmo de Norbec, que elaboró piezas, remates y tarjetones de bronce; Carlos Blondel y Francisco de la Viña en labores de escayola y estuco; escultores como Juan Ron, Raimundo Capuz y los ya citados Pereira y Cantón de Salazar, y pintores de la talla de Ricci, Carreño, Francisco Caro y Alonso del Arco.
El efecto de toda esta obra era abigarrado y teatral, con toda la luz de la cúpula cayendo sobre el barroco baldaquino de Juan de Lobera, produciendo un gran efecto escenográfico sobre el arca con las reliquias de san Isidro que se guardaban en su interior.
Algo cambió en 1769 cuando el arca con el cuerpo de San Isidro fue trasladada a la antigua iglesia de los jesuitas de la calle de Toledo, hoy colegiata de San Isidro, y su hueco ocupado por una imagen del Santo, tallada por Isidro Carnicero.
Desgraciadamente, toda la riqueza interior de la Iglesia (cuadros, decoración, retablos e imágenes  ardieron en 1936. Sólo quedaron en pie el exterior de la capilla de San Isidro, el muro de la costanilla de San Andrés, la torre adosada y la capilla del Obispo, esta última intacta, por llevar durante mucho tiempo tapiada su comunicación con el templo y pasar casi ignorada su existencia.


Placa explicativa colocada donde se ubicaba el voladizo en la Iglesia de San Andrés

Tras la guerra civil, la reconstrucción volvió a alterar de nuevo las dimensiones y orientación de San Andrés, ya que se cerró el paso a la arruinada capilla del Santo Patrón, se edificó una casa rectoral en el espacio de la antigua iglesia medieval y se puso el altar mayor ahora al norte.
Así permaneció durante muchísimo tiempo, hasta 1991, año en el que Javier Vallés finalizó la reconstrucción extraordinaria y magnífica de la capilla de San Isidro, momento en el que se procedió a instalar allí, en el centro, el altar mayor, con lo que el templo posiblemente sea un caso único en la historia ha estado orientado a los cuatro puntos cardinales, haciendo realidad y cumpliendo con creces un antiguo dicho popular: "San Andrés, iglesia al revés".



No posee la iglesia imágenes o cuadros de valor, pues lo antiguo fue destruido. Destaca un Crucifijo en el altar mayor de talla moderna, con otras imágenes de San Andrés  la Virgen y el Niño a los lados; figuras de San Isidro y Santa María de la Cabeza y varios cuadros con escenas de la vida del Santo.
En el pavimento, una sencilla lápida recuerda el primitivo sepulcro de san Isidro.

Finalizaremos nuestro recorrido por la Plaza de la Paja, visitando la Casa Museo de San Isidro, situada en la Plaza de San Andrés, esquina a la costanilla de San Pedro, edificio que como tantos otros perteneció a la familia Vargas.
En esta casa vivió San Isidro y allí se produjo el milagro del pozo, el cual aún se conserva. Tiene una profundidad de 27 metros y más tres de agua. En reciente excavación se han encontrado materiales en su fondo fechables en el siglo XIII, algunos de tradición musulmana.

Casa-Museo de San Isidro en la Plaza de San Andrés

En el solar que ocupa esta casa murió San Isidro, y en ella se construyó una capilla. El periodista Francisco Robello y Vasconi lo relata en estos versos:
Las pinturas y decoración datan del año 1789. Las pinturas murales que cubren las bóvedas fueron realizadas por Zacarías González Velázquez.
El óvalo central representa la apoteosis de San Isidro, y en la bóveda de la nave aparecen dos ángeles que sostienen una corona de laurel mientras otros dos presentan una banda con la inscripción:
"Hice dormivit in domino" (aquí durmió en el Señor), aludiendo a la tradición según la cual el Santo murió en este lugar.
El retablo es del siglo XVIII de madera pintada imitando mármol. Un arco de punto alberga una escultura de madera policromada que se encuentra en la capilla desde el año 1663
En 1561, con el establecimiento de la capitalidad en Madrid, fue ocupada por el Nuncio del Papa, ya que era una de las mejores residencias de la ciudad. Más tarde, el edificio cambió de propiedad siendo los Condes de Paredes y más tarde del marqués de Peñafuente la propiedad. Tras la guerra civil de 1936 se cerró definitivamente y fue demolida en 1974.

Lo único que se salvó y que forma parte de la actual edificación, fue el pozo del milagro, donde san Isidro hizo elevar las aguas a la altura del brocal para salvar la vida de su hijo que había caído en él, y la capilla construida en memoria del Santo.

Pozo del milagro

En 1986 fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid quien lo ha restaurado con proyecto del arquitecto Valentín Quintas Ripoll. En él se ha instalado el museo arqueológico municipal ó Museo de los Orígenes.
Actualmente el Museo de los orígenes, se encuentra como exposición permanente, dedicada a la arqueología madrileña y a la historia de la ciudad hasta el traslado de la Corte en 1561 por Felipe II. Destacan valiosas colecciones que proceden del desaparecido Instituto Arqueológico y del Museo Municipal.
Algunas investigaciones han puesto en duda que el santo patrón viviera en esta casa, y ubican como vivienda el edificio que existía en el solar donde se construyó el actual Colegio de San Ildefonso en la Plaza de la Paja.
La Casa Perteneció a los Lujanes desde el Siglo XIV. Llamada por algunos Casa de los Condes de Paredes en base a que, desde el Siglo XVII, los Lujanes ostentaban ese título.
Erróneamente se la llamó Casa de los Vargas a pesar de que se ha demostrado ampliamente que los Vargas nunca habitaron en esta casa. Por este mismo motivo difícilmente puede ser el pozo que se enseña en su interior  el del milagro, ya que la tradición dice que ocurrió en la casa de Iván de Vargas.
Si es cierto que en el colegio de San Ildefonso, existió un pozo que fue tapado hace unos años para evitar peligros para los niños. Que cada uno se quede con la versión que más le guste.

"Junto a San Andrés, tenía este señor, Juan de Vargas una casa, a donde Isidro y María obedientes se hospedaban. En un aposento bajo se les dio vivienda Sana, cuyo aposento es capilla hoy donde la fe cristina, al labrador madrileño, Santo por divina gracia, culto le da y reverencia, y sus acciones ensalza".

En el cuarto donde vivió san Isidro, la familia de los Vargas mandó erigir una pequeña capilla poco más allá de 1212, año en que fue exhumado su cuerpo incorrupto y el pueblo de Madrid empezó a considerarlo santo. Esta capilla, varias veces reconstruida, así como una lápida puesta en 1783, ha llegado a nuestros días. El resto de la casa no ha tenido la misma suerte, pues, imposible de reparar por su completa ruina, se decidió demolerla a finales del siglo pasado y en su lugar construir una nueva, de aceptables trazas en la fachada pero tal vez demasiado moderna en el interior.