Dice la Leyenda que la diosa Cibeles
nació en Frigia comarca que ocupaba la
península de Anatolia, actual Turquía.
Los griegos la llamaban Rea y fue considerada la esposa del titán Cronos, que devoró a sus hijos al nacer para que no le usurpasen el trono. Cibeles es considerada la madre de todos los dioses. Es la personificación de la fuerza de la naturaleza, de la tierra fértil, de las cavernas y las montañas.
Se la suele representar con una corona en forma de muralla, como señalando la fortaleza de su carácter y montada encima de un carro que simboliza la superioridad de la naturaleza. Los leones que tiran de dicho carro forman parte de la mitología griega.
Atalanta, de niña, fue abandonada por su padre que sólo quería hijos varones, y fue criada por una osa. Ya de mayor vuelve a encontrarse con su padre que la obliga a casarse, pero la joven no desea tal cosa y sólo accede en el supuesto de que algún pretendiente sea capaz de ganar a la propia Atalanta en una carrera.
Muchos pretendientes fracasan en el
intento, pero Hipómenes, enamorado ella, recurre a Afrodita, diosa del amor, para que le ayude a conquistarla.
Afrodita le entrega tres manzanas de oro, con las que consigue distraer a
Atalanta durante la carrera y consigue
vencerla.
Hipómenes y Atalanta contraen matrimonio, y en un estallido de pasión acaban fornicando en un recinto sagrado de Zeus que, como castigo por semejante sacrilegio, los transforma en leones. Cibeles, enternecida por la situación, decide atar ambos leones a su carro para que pudiesen tirar juntos de ella durante el resto de la eternidad.
En nuestro paseo, nos detendremos aunque sin profundizar en la fuente de la Cibeles y todo su entorno, para conocer un poco más esta zona de nuestro Madrid.
La fuente de la Cibeles fue un encargo de Carlos III al arquitecto Ventura Rodríguez que realizó el proyecto entre los años 1777 y 1782 cuando ya reinaba en España Carlos IV. En principio esta fuente iba destinada a los Jardines de La Granja de San Ildefonso en Segovia, pero cuando se empezó a remodelar el Paseo del Prado, se colocó frente al palacio de Buenavista a la entrada del paseo de Recoletos, mirando hacia la fuente de Neptuno.
Durante la Guerra Civil, fue cubierta con una montaña de sacos para protegerla de las bombas y disparos. Aun así, sufrió desperfectos en su brazo derecho y nariz, y en el morro de uno de los leones. Recientemente, en 1994 y 2002 le ha sido arrancada una mano que ha tenido que ser sustituida por una de origen moderno.
La figura principal es la diosa
Cibeles, obra del escultor Francisco Gutiérrez que, como hemos indicado,
trabajó sobre los planos de Ventura Rodríguez. Está montada en un carro
dispuesto sobre una roca que se eleva en medio del pilón. En sus manos lleva un
cetro y una llave, y en el pedestal se esculpieron un mascarón que escupía agua
por encima de los leones hasta llegar al pilón, más una rana y una culebra que
suelen pasar desapercibidas. Los leones que tiran del carro fueron esculpidos
por el artista francés Roberto Michel.
La realización del monumento fue muy
costosa. Se tardaron noventa y dos días en transportar el mármol blanco desde
las canteras de Montesclaros en Toledo. Para ello un vecino de Madrid, Pedro
Paliza, se ofrecio para efectuar el transporte, ayudándose de su ganado y sus
carros.
La Cibeles ha sido testigo de nuestra
historia y ha sido víctima también del deterioro del paso del tiempo y otros
agentes.
En 1895 se trasladó la fuente al
centro de la plaza, colocando a la diosa mirando al primer tramo de la calle de
Alcalá. Este traslado levantó mucho revuelo y críticas entre el Ayuntamiento y
la Academia de Bellas Artes de San Fernando que se vieron reflejadas en la
prensa de la época.
La fuente no sólo era un monumento
artístico sino que tuvo desde el principio una utilidad para los madrileños.
Tenía dos caños que se mantuvieron rústicos hasta 1862. De uno de los caños, se
surtían los aguadores oficiales que solían ser asturianos y gallegos y llevaban
el agua hasta las casas y el otro caño estaba a disposición de cualquier
ciudadano de Madrid. En el pilón bebían las caballerías y otros animales.
El agua procedía de un viaje de aguas
que, según la tradición, databa de la época en que Madrid era musulmán. Tenía
fama de poseer propiedades curativas. Los caños eran de difícil acceso y
estaban situados en el lugar donde hoy están colocados los surtidores. Debido a
la dificultad de abastecerse de agua, en el año 1862, el Ayuntamiento decidió cambiarlos
por dos figuras artísticas y de diseño simbólico para la villa de las que
manaba ampliamente el agua. Un oso y un grifo (criatura mitológica, cuya parte
superior es la de un águila gigante, con plumas doradas, afilado pico y
poderosas garras. La parte inferior es la de un león, con pelaje amarillo,
musculosas patas y rabo en forma de lagarto) que además fueron colocadas de
manera que se facilitara el acercamiento de los ciudadanos.
El trabajo fue realizado por Juan de
Villanueva; ambas figuras se construyeron con el mismo material que los leones.
Dos años más tarde, el cantero Domingo Pérez añadió unos zócalos para los
grifos. El dragón se colocó en la zona delantera del carro y el oso en la
trasera.
En el año 1868 se decidió retirar ambas figuras y se montaron en la Fuente de la Carretera de Aragón. Algunos años después, el dragón adornó los jardines de la Casa de Cisneros. El grifo de Cibeles lo podemos contemplar en la actualidad en el Museo de los Orígenes ó Casa-Museo de San Isidro, junto con la figura de un oso.
Con motivo del traslado de la fuente
al centro de la Plaza en 1895, se realizaron algunas reformas, como colocar el
monumento sobre cuatro peldaños y se la rodeó de una verja para evitar el
acceso. La fuente había dejado de cumplir su cometido como surtidora de agua
porque la mayoría de las casas comenzaban a tener agua corriente. Se añadieron
en la parte trasera dos amorcillos, uno cuyo autor es Miguel Ángel Trilles
vierte agua de un ánfora, y el otro de Antonio Parera sostiene una caracola.
Antigua fuente de agua junto al nuevo Ayuntamiento |
En una de las remodelaciones de la fuente de la Cibeles, el Ayuntamiento retiró la verja y la gente se olvidó de ella, hasta que hace pocos años a finales del Siglo XX, la prensa dio con su paradero por casualidad. Se halla en la entrada al antiguo recinto de la sede de la banda de cornetas y tambores de la policía municipal, hoy dependencias Municipales y depósito de vehiculos, junto a la Plaza de la República de Chile cerca del Puente de los Franceses. Normalmente pasa desapercibida a las miradas de conductores y paseantes por su aspecto de abandono.
Hasta ahora, hemos descrito
someramente la historia de la famosa fuente, pero no es menos famosa la Plaza
de la Cibeles.
El espacio ocupado hoy por la plaza de Cibeles formaba parte de un eje muy arbolado que se extendía a lo largo de lo que hoy es el eje Prado-Recoletos, y que en la época medieval separaba el casco urbano madrileño de diferentes conjuntos monacales y palaciegos. Constaba de tres tramos principales, conocidos como el Prado de los Recoletos Agustinos, en la actualidad Paseo de Recoletos, el Prado de los Jerónimos que se corresponde con el actual Paseo del Prado y el Prado de Atocha, ya desaparecido en nuestros tiempos.
La Plaza es de planta circular. Su
disposición en la confluencia de varias vías de considerable anchura la
asemejan más a una gran rotonda que a una plaza propiamente dicha. En su
entorno, podemos contemplar importantes valores histórico-artísticos, gracias a
los cuatro edificios que cierran su contorno (Palacio de Buenavista, Palacio de
Linares, Banco de España y Palacio de Comunicaciones) sin olvidarnos del
conjunto escultórico de la propia fuente.
En 1895 se inauguró la nueva Plaza de Cibeles tal como la conocemos hoy, la fuente quedó centrada, en una plaza circular y elevada tres metros sobre el suelo. Recibió el nombre de Plaza de Madrid, siendo alcalde Alberto Bosch. En 1900 tomó el nombre de plaza de Castelar. Curiosamente, la fuente no tuvo denominación oficial hasta 1941 que fue bautizada como fuente de la Cibeles y plaza del mismo nombre.
En sus orígenes, Madrid estaba surcada
por numerosos arroyos. Hoy nos resulta difícil imaginarlo, pero por muchas de
las calles hoy cubiertas de asfalto y coches, en el pasado corrían riachuelos.
Si nos acercamos a Puerta Cerrada, podemos contemplar en una de la fachadas, el viejo lema de la Villa de Madrid “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”, en alusión a la cantidad de agua que había en el Madrid Medieval.
Las reparaciones había que realizarlas de forma casi continuada, y así seguían las cosas en el final del Siglo XVII y comienzos del Siglo XVIII.
Uno de estos arroyos recorría el Prado
Viejo. Lo que ahora son los bonitos paseos del Prado y de Recoletos, con sus
fuentes y sus museos, durante siglos fue un escarpado barranco por el que
corría el agua de un arroyo, el Arroyo del Bajo Abroñigal, al que a su vez iban
a parar las aguas que bajaban por sus laderas.
El Ayuntamiento medieval, ó Concejo, se enfrentaba a dos problemas importantes: controlar las aguas, que cuando llovía se desbordaban y arremetían contra todo lo que encontraban a su paso, y evitar que se convirtiera en un impedimento para cruzar de un lado a otro, sobre todo desde que en tiempos de Felipe IV, entre los años 1630-1640, fue construido el Palacio del Buen Retiro, en lo que entonces eran las afueras de Madrid.
Para solucionarlo, se construyeron
paredones y puentecillos. Los primeros puentes se cree que se instalaron en el
Siglo XVI, quizá con la llegada de Felipe II, su Corte y la capitalidad. Eran
construcciones muy simples, cuyo único objetivo era de orden práctico, poder
salvar el arroyo y eran de madera, por lo que, entre la humedad que iba calando
día tras día, y los desbordamientos, duraban muy poco. A lo largo del Siglo
XVII se fueron mejorando, sustituyendo la madera por piedra. A los responsables
municipales, les daba miedo que en una de las riadas el puentecillo se hundiera
mientras pasaba el Rey.
Así que para acabar con los problemas del puentecillo, el Maestro de Obras proyectó un puente más sólido, en piedra berroqueña, con arco de medio punto, rematado en sus extremos con cuatro pedestales, y al parecer dotado de bancos para descanso de los paseantes.
En la segunda mitad del siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, el Paseo fue reformado, adornado y convertido en el Salón del Prado y el arroyo encauzado. Fue por entonces cuando llegó la diosa Cibeles a la Plaza, por supuesto para quedarse.
El arroyo no se tapó hasta el Siglo XIX, en tiempos de Fernando VII, pero sus aguas allí siguen, bajo la plaza, bajo la Cibeles, y se cuenta que en caso de emergencia ante un casi imposible intento de robo a las cámaras subterráneas del Banco de España, inundarían todo, desbordándose, como hace siglos.
Ramón Mesonero Romanos en su libro “El Antiguo Madrid”, editado en año 1861, nos habla de esta zona de Madrid. Recordemos que Mesonero Romanos, fue Concejal de la Villa en el periodo 1845-1850.
“Este sitio no abarcaba, sin embargo, por entonces toda la inmensa extensión comprendida hoy bajo la común denominación de Paseo del Prado, desde el convento de Atocha hasta la puerta de Recoletos, y que mide una distancia de unos 9.000 pies, o sea cerca de media legua. Consistía, pues, en diferentes trozos y posesiones, que, reunidos sucesivamente, vinieron a recibir una común denominación y destino. El primero era la continuación de la Carrera de Atocha hasta el convento, y la prolongación, por su izquierda, con el alto de San Blas; aquí estuvieron efectivamente los prados de la villa, el Prado de Toya o de Atocha (de que ya se hace mención en los Fueros de Madrid, a principios del siglo XIII), y aún continuó apellidándose así tres siglos después; el segundo trozo, compuesto de huertas, al pie de las colinas sobre las cuales se erigió por los Reyes Católicos el monasterio de San Jerónimo, y más adelante por Felipe IV, el delicioso Sitio Real de El Buen Retiro, recibió de aquel célebre monasterio el nombre de Prado de San Jerónimo; y andando los tiempos, la alameda que se plantó hacia el Norte, en dirección a la antigua Fuente Castellana, eran tierras de labor, huertas y caseríos de los vecinos de la villa, y recibió el nombre de Prado de Recoletos, del convento de Agustinos que se erigió, en 1595, al extremo de él. Por toda la extensión de este gran trayecto, y aun desde la Fuente Castellana, venía atravesando el inmundo barranco que desemboca fuera de la puerta de Atocha, y que aun permaneció descubierto hacia la parte de Recoletos, hasta que fue embovedado en tiempo de la dominación francesa".
Para los visitantes de la Plaza de
Cibeles, aportaremos unos breves datos de los cuatro edificios más emblemáticos
que jalonan a la Diosa Cibeles, como conocimiento previo de su historia para
los amantes del arte, antes de proceder a visitarlos con más detenimiento.
Por antigüedad, el primero de ellos es el Palacio de Buenavista, sede actual del Cuartel General del Ejército. El palacio se encuentra situado sobre una colina, rodeado de una zona muy arbolada, lo que dificulta su visibilidad desde la plaza de Cibeles.
Fue la residencia de los duques de Alba en el último tercio del siglo XVIII. Se construyó en el año en 1777 en la finca conocida como Altillo de Buenavista, adquirida a la Familia Real en 1769 por el duodécimo duque de Alba. Su trazado, diseñado por Pedro de Arnal, se realizó a imitación de los esquemas franceses e italianos, para la construcción del edificio, se derribaron las antiguas edificaciones reales.
Felipe II, cuando trasladó a Madrid la Capital del Reino, se estableció en el antiguo palacio que pertenecía al cardenal de Toledo Gaspar de Quiroga. Posteriormente, el palacio fue ocupado por la hermana de Felipe II, María de Austria viuda del Emperador Maximiliano II. También Felipe III, casado por poderes con Margarita de Austria, ocupó el palacio de Buenavista, al que consideraba su casa de campo a las afueras de Madrid.
El palacio siguió pasando de propietario en propietario hasta su adquisición por los duques de Alba en 1769.
En Febrero de 1807, el Ayuntamiento de Madrid adquiere la propiedad como regalo a Manuel Godoy, favorito y primer ministro de Carlos IV, pero Godoy no pudo llegar a ocupar el palacio, pues, tras el motín de Aranjuez el 17 de Marzo de 1808, fue depuesto de todos sus cargos.
Otros ilustres ocupantes del palacio fueron, el general Baldomero Espartero en el año 1840 y el general Prim desde 1868, hasta su muerte al sufrir un atentado el 27 de Noviembre de 1870. Ya en el Siglo XX, en el palacio vivió el general Primo de Rivera y Manuel Azaña.
El edificio fue reformado en el año 1939 levantándose un piso más. y se incorporó un frontis a la fachada principal, que da a la calle de Alcalá, obra del escultor Aniceto Marinas.
En la actualidad, el palacio de Buenavista, alberga diferentes unidades y/o dependencias del Ejército de Tierra, tales como Infantería Inmemorial del Rey, Estado Mayor del Ejército, Jefatura de Información y Telecomunicaciones y el Instituto de Historia y Cultura Militar.
Otros ilustres ocupantes del palacio fueron, el general Baldomero Espartero en el año 1840 y el general Prim desde 1868, hasta su muerte al sufrir un atentado el 27 de Noviembre de 1870. Ya en el Siglo XX, en el palacio vivió el general Primo de Rivera y Manuel Azaña.
El edificio fue reformado en el año 1939 levantándose un piso más. y se incorporó un frontis a la fachada principal, que da a la calle de Alcalá, obra del escultor Aniceto Marinas.
En la actualidad, el palacio de Buenavista, alberga diferentes unidades y/o dependencias del Ejército de Tierra, tales como Infantería Inmemorial del Rey, Estado Mayor del Ejército, Jefatura de Información y Telecomunicaciones y el Instituto de Historia y Cultura Militar.
El segundo edificio emblemático de nuestra Plaza es el Palacio de Linares debe su nombre a Mateo Murga Michelena, marqués de Linares, quien ordenó su construcción en 1877 al arquitecto Carlos Colubí, arquitecto municipal. El edificio, que ocupa un solar de 3.064 m², fue terminado en 1900.
El Palacio de Linares, conocido en sus primeros años como el Palacio de Murga, está situado en la esquina entre el paseo de Recoletos y la calle de Alcalá, abriendo su fachada principal a la plaza de Cibeles, en los terrenos del antiguo Pósito Real de Madrid. El Palacio de Linares siempre ha destacado por sus leyendas de fantasmas que le han acompañado a lo largo de su existencia. La fachada principal, que da a la plaza de Cibeles, destaca por su chaflán cilíndrico y por los bajorrelieves de los frontones de las ventanas y frisos.
En su interior, sobresale la decoración de las diferentes salas y estancias, obra de diferentes artistas como Casto Plasencia, Jerónimo Suñol, Francisco Pradilla, Manuel Domínguez, Francisco Amérigo y Alejandro Ferrant, entre otros, quienes combinaron diferentes estilos, como el neogótico, el neobarroco o el romántico. El vestíbulo ovalado y la escalera de doble derrame, realizada por el arquitecto Manuel Aníbal Álvarez Amorós, son dos de los elementos más significativos del interior.
El Palacio de Linares fue restaurado en los años noventa del siglo XX para habilitarlo como sede de la Casa de América, institución que fomenta las relaciones culturales entre España y los países latinoamericanos. Junto al edificio principal, también fueron remodelados dos pabellones anexos, situados en su parte trasera: la denominada Casa de Muñecas, que presenta características románticas, y las caballerizas, de corte clásico.
A lo largo del siglo XX, se emprendieron tres ampliaciones. La primera de ella tuvo lugar entre 1930 y 1934 y la segunda entre 1969 y 1975. La más reciente, culminada en el año 2006, fue diseñada por Rafael Moneo. Todas ellas han respetado el trazado original del edificio.
El Banco se construyó en los terrenos ocupados por el Palacio de los Alcañices, siendo recomendable conocer la historia de esta familia muy allegada a Alfonso XII. José Isidro Osorio y Silva-Bazán era el VIII duque de Sesto, XVI marqués de Alcañices y XVI duque de Alburquerque, además de otra serie de títulos. Fue Diputado a Cortes y Senador y también fue nombrado Alcalde de Madrid en 1858.
El cuarto emblema arquitectónico de la plaza de la Cibeles es el Palacio de Comunicaciones, fue el último de los cuatro edificios del contorno de la plaza que abrió sus puertas. Puede considerarse como el que mejor se identifica con el entorno, al disponerse curvadamente sobre la esquina suroriental y propiciar la definición en círculo de la plaza. Asimismo, su aire institucional y su considerable altura máxima mide más de 60 metros refuerzan la sensación de cierre de la amplia explanada en la que confluyen la calle de Alcalá y los paseos de Recoletos y Prado.
El palacio, se construyó en los terrenos de los jardines del Buen Retiro. Estos jardines se mantuvieron durante algunos años en la esquina entre el paseo del Prado y la calle de Alcalá, y con el nombre de Jardines del Buen Retiro, los terrenos pertenecían a la antigua Huerta del Rey.
Su presupuesto total ascendió a 10.311.860 pesetas. las obras de prolongaron durante 13 años, finalizando en 1917.
En el chaflán que forma el Paseo del Prado y la Calle Alcalá, se levanta el impresionante edificio del Banco de España.
El Banco de España fue el resultado de la fusión en 1846 entre el Banco de San Fernando que había sido creado en 1829 sustituyendo al anterior de San Carlos (1782) y el de Isabel II, banco independiente creado en 1844. Tras la fusión de estos dos bancos, en 1848 la nueva entidad pasó a denominarse Banco Nacional de España, y desde 1874 tiene el monopolio de la emisión de monedas y billetes.
En 1856 se denomina por vez primera Banco de España. El ministro de Hacienda, Ramón Santillán, gran economista fue su padrino. Con el cambio de nombre vinieron cambios importantes y necesarios en su administración y finanzas.
Todo lo relacionado con este nuevo edificio comienza en 1882. En este año se acuerda convocar un concurso público para la elección del proyecto arquitectónico que mejor se adapte a las nuevas necesidades del Banco y cuyas bases son redactadas por los propios arquitectos de la institución, Eduardo de Adaro y Severiano Sainz de la Lastra.
Tan sólo se presentan cuatro proyectos y ninguno de ellos es de la plena satisfacción de la comisión de obras, por lo que se encarga a los arquitectos del Banco que, tras estudiar los edificios de otros bancos europeos, redacten el proyecto definitivo, el cual es aprobado a finales de 1883. En el proyecto también colaboraron entre otros Aníbal Álvarez Bouquel, Alejandro Herrero, Amador de los Ríos y Bernardo Asins, quien realizó las puertas de hierro. El coste, incluyendo solares y edificio, fue de unas 15.300.000 pesetas.
La primera piedra se puso el 4 de Julio de 1884, en un acto al que asistió el Rey Alfonso XII. El Banco de España, queda finalizado en 1891.
El Banco se construyó en los terrenos ocupados por el Palacio de los Alcañices, siendo recomendable conocer la historia de esta familia muy allegada a Alfonso XII. José Isidro Osorio y Silva-Bazán era el VIII duque de Sesto, XVI marqués de Alcañices y XVI duque de Alburquerque, además de otra serie de títulos. Fue Diputado a Cortes y Senador y también fue nombrado Alcalde de Madrid en 1858.
El cuarto emblema arquitectónico de la plaza de la Cibeles es el Palacio de Comunicaciones, fue el último de los cuatro edificios del contorno de la plaza que abrió sus puertas. Puede considerarse como el que mejor se identifica con el entorno, al disponerse curvadamente sobre la esquina suroriental y propiciar la definición en círculo de la plaza. Asimismo, su aire institucional y su considerable altura máxima mide más de 60 metros refuerzan la sensación de cierre de la amplia explanada en la que confluyen la calle de Alcalá y los paseos de Recoletos y Prado.
El palacio, se construyó en los terrenos de los jardines del Buen Retiro. Estos jardines se mantuvieron durante algunos años en la esquina entre el paseo del Prado y la calle de Alcalá, y con el nombre de Jardines del Buen Retiro, los terrenos pertenecían a la antigua Huerta del Rey.
El declive del Palacio del Buen Retiro y sus jardines eran
evidentes. Así que los terrenos de la Huerta de Rey son alquilados al
empresario José Jiménez Laynez que los convierte en lugar de esparcimiento y
diversión de los madrileños de la época. El arquitecto catalán José Grases
Riera se hace cargo de la reforma de los Jardines, diseñó un café-restaurante
junto al Paseo de Prado, un teatro-circo, quiosco para las bandas militares y
diversas otras animaciones. Este espacio lúdico se inauguró en la primavera de
1894 y estuvo en funcionamiento durante diez años. Las Cortes Españolas el 19
de Julio de 1904 aprueban una Ley por la que se enajenan y se parcelan las
fincas de los Jardines del Buen Retiro, un día después se convoca el concurso
para la construcción del nuevo Palacio de Correos y Comunicaciones en la
denominada por aquel entonces Plaza Castelar. El palacio se construyo a partir
de un proyecto de los arquitectos Antonio Palacios y Julián Otamendi y del
ingeniero Ángel Chueca Sainz.
Su presupuesto total ascendió a 10.311.860 pesetas. las obras de prolongaron durante 13 años, finalizando en 1917.
El edificio, concebido con criterios de racionalidad y funcionalidad, mezcla diferentes influencias y estilos. La monumentalidad de sus volúmenes emula las pautas arquitectónicas estadounidenses vigentes en la época y sus composiciones volumétricas denotan un cierto toque francés. En lo que respecta a los elementos decorativos del exterior, éstos remiten a la arquitectura medieval española, presente también en el tratamiento de la piedra.
El Palacio de Comunicaciones albergó
hasta el año 2007 los servicios generales de correos, telegrafía y telefonía. A
partir del citado año y después de diferentes obras de reforma, se ha
convertido en la sede de la Alcaldía de Madrid.
Para finalizar nuestro recorrido,
queremos recordar que en este lugar estuvo el Real Pósito de Madrid denominado
también Real Pósito de la Villa de Madrid fue un conjunto de edificaciones que
poseía la ciudad.
Este conjunto de edificios respondía a
funciones diversas como almacén de cereales (pósito), mercado de harinas
(alhóndigas), molinos, hornos y tahonas. El primer pósito se encontraba ubicado
en la Cava Baja de San Francisco hasta que en 1660 se trasladó al espacio
existente entre el cruce de la calle de Alcalá con el Paseo del Prado, ocupando
parte del espacio lateral que va desde el Palacio de Linares a la actual plaza
de la Independencia hasta que a finales del siglo XIX fue derribado.
Se dice que una imagen vale mas que mil palabras, recogenos a continuación algunas imágenes del entorno de nuestra Plaza en épocas pasadas.
Cibeles año 1870 |
Salón del Prado a principios del Siglo XX |
Paseo de Recoletos año 1930 |
La Cibeles con el Palacio de los Alcañices al Fondo, lugar ocupado en la actualidad por el Banco de España |
Plaza de Cibeles año 1950 |
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