miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL MADRID DE LUIS CANDELAS

Hoy traemos a estas páginas al personaje de Luis Candelas, nombre muy popular en la historia del Madrid de las primeras décadas del Siglo XIX.
La mayoría de la documentación, que se tiene de Luis Candelas, proviene de los romances que contaban los ciegos para ganarse su sustento. Por una Real Orden, de todas las actuaciones que se llevaban a cabo en la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, se trasmitía un extracto a la Compañía de Ciegos para que pudiesen elaborar sus romances y de esta forma tan peculiar se informaba al pueblo llano de los hechos más destacables.
Nuestra historia comienza en el popular Barrio de Lavapiés y más concretamente en la calle del Calvario, donde en la fecha del 9 de Febrero de 1804 nace Luis Candelas Cajigal. Nació según comentan las crónicas de la época, en la carpintería de su padre y fue el tercer hijo de un matrimonio que vivía sin agobios económicos en la calle Santa María. A los dos días de su nacimiento, fue bautizado en la Iglesia de San Sebastián, situada en la calle de Atocha recibiendo los nombres de Luis Ignacio Polonio Candelas Cajigal.
A la entrada de la Iglesia de San Sebastián, podemos contemplar una placa con los bautizados más famosos en la parroquia.
Su padre se llamó Esteban Candelas natural de Elche y su madre María Brigala Cajigal natural del Valle de Oz en Santander. Luis estudio en el colegio de San Isidro y aquí comenzó su leyenda. Ya de joven, formó bandas para provocar peleas y fue expulsado del colegio a causa de que un clérigo le dio una bofetada y él respondió devolviéndole dos. A pesar del abandono de la enseñanza, siguió leyendo todo libro que caía en sus manos, consiguiendo de esta manera una formación autodidacta.

Desde joven le encantaba vestir bien y mantener unos  buenos modales, circunstancia que chocaba con su fama de alborotador y juerguista, como quedo demostrado con el hecho de que a los 15 años cometió su primer robo siendo detenido y encerrado en la Cárcel de la Corte, actual edificio del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Fallece su padre cuando acababa de cumplir los 19 años, circunstancia que le llevó a replantearse un poco su vida, dedicándose al oficio de librero y algunos trabajos alternativos en ciudades como La Coruña, Alicante y Santander.
En nuestro recorrido por la vida de Luis Candelas, visitaremos las calles y lugares de Madrid frecuentados por el famoso bandido de guante blanco, alternando este recorrido con retazos de su vida.
Comenzaremos a recorrer el barrio por excelencia de Luis Candelas, Lavapiés, y que mejor que comenzar en la calle donde nació, Calle del Calvario.
Tuvo fama esta calle que va desde la calle de Jesús y María a la del Olivar porque allí terminaba el Calvario o Vía Crucis que el propio San Francisco de Asís fundador del Convento de su nombre hizo construir, señalando los lugares donde debían ir las cruces de madera, más tarde se hicieron de piedra de Colmenar. El Vía Crucis partía del convento de San Francisco (actual San Francisco el Grande). 

Plano zonal de Lavapiés

La Hermandad de la Vera Cruz salía los Viernes de Semana Santa a recorrer la Vía Sacra y en la madrugada del Viernes Santo acudían los disciplinantes con túnicas cenicientas, descalzos, arrastrando cadenas y grandes cruces. El campo del Calvario estaba bendito y muchas personas enterraban allí sus cadáveres. También eran sepultados los reos condenados a ser lapidados o descuartizados. Al realizar las obras de mejora de las calles, aparecieron gran número de esqueletos que fueron trasladados al antiguo cementerio ya desaparecido de San Sebastián en la Calle Méndez Álvaro.

Calle del Calvario
      Como podemos observar al pasear por el Barrio, todas las calles son de subidas y bajadas.  
En su origen, Lavapiés fue la judería o barrio judío de la ciudad, la actual Iglesia de San Lorenzo ocupa el solar que antaño ocupaba la sinagoga que se comunicaba con la plaza de Lavapiés a través de la calle que hoy se llama de la Fe, llamada entonces calle de la Sinagoga. A partir de 1391 se reconstruyó la aljama, ó junta de judíos en España durante la Edad Media. Durante esta época, se produjo el “pogromo” ó lo que es lo mismo el ataque a la judería.
Por orden de los Reyes Católicos, fue rodeada de una muralla que cerraba sus puertas al anochecer. El motivo, según los historiadores, era proteger a sus habitantes más que aislarlos.
El mismo año de 1391 la judería sufrió las mayores matanzas de judíos, fueron en las actuales calles de la Fe, Salitre, Ave María, Sombrerete y Jesús y María.
En conjunto, la comunidad hebrea madrileña debió de ser bastante pobre y tuvo siempre muchas dificultades para satisfacer los impuestos que se le imponían, de hecho, fue el propio Concejo quien tuvo que costear en 1481 la tapia que ordenaron construir los Reyes Católicos alrededor de la aljama, pues los judíos carecían de medios materiales para hacerlo.
A modo de curiosidad, transcribimos literalmente en castellano antiguo, unos textos de la relación del Concejo de Madrid con la aljama judía: "Otrosy, acordaron (...) que, porque los judíos eran muy pobres e miserables y no tenían facultad para poder fazer casas e cercar el dicho su apartamiento, que la Villa les cerque de dos tapias en alto el dicho su apartamiento".
Además, los judíos madrileños contribuían con todo tipo derramas y tributos al mantenimiento de las arcas municipales. En 1482, se ordenó censar a los judíos, "para cobrar dellos un castellano (480 maravedís) de cada judío casado o biudo o biuda", cantidad que se destinaría a la guerra de Granada.
A los judíos, también se les impidió vender sus productos al resto del vecindario, salvo bajo unas limitaciones muy estrechas, de acuerdo al siguiente bando Municipal: "que ningund judío nin moro, estrangeros nin de la Villa, no tengan tiendas algunas fuera de sus apartamientos, so las penas de la ley de Toledo, salvo los jueves, ques mercado, que qualquier judío e moro puedan sacar tablas a las plazas desta Villa e sus arrabales (...), e que non tengan nin vendan paños nin otras cosas en casas nin en tiendas, guardando la ley de Toledo, salvo los moros que van a labrar a las casas, que puedan comer donde labran, como es costumbre".
El 31 de marzo de 1492 se promulgó el edicto de expulsión y se dio a los judíos un plazo de cuatro meses para que, en caso de no quererse convertir al cristianismo, abandonasen los reinos hispanos. Se vieron así obligados a malvender sus bienes como es el caso de Rabí Losar, que a mediados de mayo público la siguiente reseña: "notificó (...) quél tiene una casa a la puerta de Guadalajara por cient maravedís de censo y él la quiere vender y le dan por ella quinientos reales. Que ge lo notificava e notificó (al Concejo) para que si lo quisieren por el tanto, que lo tomen antes que otro alguno (...); dixeron que la Villa no la quería, porque no tiene para conprallo".
En 1492 la expulsión de los judíos diezmo la población de Lavapiés, los conversos que se quedaron tomaron muchos el nombre de Manuel y Manuela, por eso a día de hoy los castizos madrileños reciben el nombre de Manolos y Manolas, desconocemos la veracidad de esta afirmación.
Como aclaración a todo lo dicho sobre la judería, algunos estudios nos indican que la judería en origen, se encontraba en el solar que actualmente ocupa la Catedral de la Almudena. El barrio de Lavapiés tal como lo conocemos en la actualidad, se comenzó a urbanizar en el Siglo XVII.
En los límites del Barrio de Lavapiés, se encuentra la emblemática Plaza de Tirso de Molina. La Plaza, está dedicada a Fray Gabriel Téllez, más conocido como Tirso de Molina, que nace en Madrid, 1584 y muere en Almazán, 1648. Es uno de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro español.
En 1632 fue nombrado cronista de su orden, en 1645 fue comendador del convento de Soria, y al año siguiente definidor provincial de Castilla. Fue un autor muy fecundo, dejó escritas unas 300 comedias. La estatua que podemos observar en la Plaza, fue realizada por el escultor Rafael Vela del Castillo y fue inaugurada en 1943, se encuentra situada sobre el solar del antiguo convento de Nuestra Señora de la Merced.
Como hemos indicado, en la Plaza de Tirso de Molina, se encontraba el Convento de la Merced, que fue fundado en 1564 por Fray Gaspar de Torres padre Provincial de la Orden de la Merced en Castilla, sobre unas casas de la calle Barrionuevo que fueron compradas al carpintero Diego de Espinosa por 230 ducados y un censo anual de 450 maravedíes.

Estatua de Tirso de Molina
El 4 de septiembre de 1564 se ofició la primera misa y sus primeros moradores fueron nueve religiosos venidos de conventos mercedarios de Toledo y Guadalajara. Pronto el convento se convirtió en uno de los lugares más emblemáticos del Madrid del Antiguo Régimen puesto que desde 1573 se veneraba en su interior una de las imágenes marianas más veneradas por los madrileños, la de Nuestra Señora de los Remedios. Según la tradición, dicha imagen fue traída desde Flandes por un soldado de Felipe II llamado Juan de Orihuela, quien supuestamente la había salvado de una profanación. Desde ese momento, su culto se extendió por Madrid como la pólvora, convirtiéndose en la tercera Virgen de Madrid en importancia.
En cuanto al edificio, llegó a ser uno de los más importantes de la ciudad. Destacaba sobre todo su iglesia, levantada sobre una planta de cruz latina de grandes dimensiones, compuesta por tres naves, cúpula, capilla mayor, y varias capillas laterales que comunicaban por el interior. En la capilla mayor, estuvieron los sepulcros de Fernando Cortés, marqués del Valle, y de su esposa, doña Mencía de la Cerda, quienes tomaron el patronato del convento en 1611.

Imagen del Convento de la Merced
Pero el lugar más importante del convento era la capilla de Nuestra Señora de los Remedios, situada nada más entrar a la iglesia. Además de la imagen de la Virgen rodeada por gran número de lámparas de plata, destacaban las pinturas de la bóveda, obra de Manuel de Castro, así como las decoraciones pictóricas de la bóveda de su Sacristía, obra de Eugenio Caxés que recreaban pasajes de la vida de la Virgen, los Santos, y los Evangelistas.
Este convento tuvo a Fray Gabriel Téllez como su más ilustre morador. Más conocido como Tirso de Molina, entre sus muros escribió gran parte de su extensa obra literaria. En 1809, durante la ocupación francesa los frailes fueron expulsados y el convento desvalijado por las tropas de Napoleón. En 1814, con el regreso de Fernando VII, los frailes volvieron a ocuparlo, aunque sería por poco tiempo. En 1836 fue desamortizado por Mendizábal y el cenobio y su iglesia fueron demolidos al año siguiente. En su lugar, se abrió una plaza que en principio tomó el nombre del Progreso, y hoy no por casualidad se llama de Tirso de Molina, en recuerdo de su más famoso vecino.
Situados en la actual Plaza de Tirso de Molina, hablaremos un poco de fantasmas. Cuenta una leyenda, que en la Plaza donde nos situamos hay fantasmas.
Con anterioridad hemos reseñado que la Plaza ocupa el lugar que anteriormente había sido el convento de la Merced, derribado con la desamortización de Mendizábal.
En 1920 cuando todavía la Plaza se llamaba Del Progreso, se construyó la estación de Metro denominada Progreso.

Plaza del Progreso año 1933, al fondo Cine Progreso

Los obreros que realizaban la obra, oyeron unos gritos desgarradores al otro lado del muro de contención, inmediatamente lo derribaron descubriendo con gran terror una cámara secreta llena de esqueletos de los monjes del convento y que habían muerto acuchillados según la versión posterior de la policía. Posteriores investigaciones afirman que los esqueletos llevaban emparedados muchos años.

Teatro Nuevo Apolo
Este fue solo el principio, se dice que durante muchos años los gritos se seguían oyendo todos los días y a la misma hora, 12 de la mañana.


Todavía la leyenda continúa, algunas personas siguen manteniendo que se siguen oyendo los gritos, pero que estos son atenuados por el ruido del Metro.
Plaza de Tirso de Molina y las flores
¿Que paso con los  esqueletos de todos los monjes? Unos dicen que se les enterró como merecían, pudiendo por fin sus almas descansar en paz. Sin embargo hay quien asegura que como nadie supo qué hacer con ellos, al final los huesos fueron depositados en los andenes de la estación, recubriéndolos con azulejos y que al día de hoy, allí continúan.
           La Plaza de Tirso de Molina antigua Plaza del Progreso hasta el año 1920, ha sufrido infinidad de transformaciones a lo largo de los años. En la misma Plaza, se encuentra el edificio que albergó al antiguo cine Progreso, hoy reconvertido en el Teatro Nuevo Apolo. En la actualidad, la plaza es casi toda ella peatonal, lugar de encuentro de personas de distintas nacionalidades y dedicada a la venta, especialmente kioscos de flores.

Junto a la Plaza de Tirso de Molina, se encuentra el palacio del Marques de Perales, un magnifico edificio que aconsejamos su observación. En la Calle Magdalena Nº 10, en 1732 el Marqués consorte de Perales mandó construir este palacio sobre un amplio solar.
Conozcamos un poco la historia de este palacio y sus moradores. Nuestra historia comienza en el año 1727 con la concesión por parte de Felipe V del título de marquesa de Perales del Río a doña Antonia de Velasco y Moeda, casada con Ventura Fernández de Pinedo y Rodríguez de Ubierna, conde de Villanueva de Perales de Milla.
El palacio es de planta cuadrada y esta organizado en torno a varios patios interiores, respondiendo su organización interior al prototipo de residencia aristocrática del siglo XVIII. Lleva un zócalo de granito en el que se alojan las ventanas del semisótano en la fachada de la calle Magdalena, pero lo más destacado es la decoración de la portada barroca con balcón superpuesto que realizó el célebre arquitecto Pedro de Ribera, compuesta por elementos florales y las orejetas típicas del barroco madrileño.

Portada del Palacio Marques de Perales
Las fachadas son de estuco coloreado y sus cubiertas se encuentran abuhardilladas. El palacio fue la residencia habitual de los marqueses hasta el año 1924 en que el VII marques de Perales, vende el palacio al Estado.
Entre 1979 y 1983 los arquitectos Manuel Sainz de Vicuña y García Prieto y su hijo Manuel Sainz de Vicuña y Melgarejo rehabilitaron el palacio para convertirlo en la sede de la Hemeroteca Nacional. Con el nuevo siglo el palacio ha sido recientemente restaurado y acondicionado para acoger desde mayo de 2002, las dependencias de la Filmoteca Nacional.
Queremos recordar un episodio luctuoso en la persona de José Miguel Fernández de Pinedo III marques de Perales. En el año 1808, siendo nuestro personaje responsable de la fábrica de cartuchos, y preparando la munición para combatir al ejército francés, es acusado de cargar los cartuchos con arena en lugar de la pólvora correspondiente. El rumor lleva al pueblo de Madrid a amotinarse ante la Casa de Correos y de allí parten hasta el palacio dando muerte al Marques.

Vamos a realizar un pequeño descanso en nuestro recorrido por el barrio de Lavapiés para continuar con la vida y andanzas de nuestro personaje.

Luis Candelas, un joven apuesto y culto, no fue el clásico salteador de caminos que se echaba al monte a cada golpe que daba, nada tenía que ver con los bandidos de las serranías andaluzas, escaldados por la guerra de guerrillas contra el invasor francés y sin nada que llevarse a la boca, cargados de hijos y sin oficio ni beneficio. Luis Candelas, se especializó en robos meticulosos y planificados, que salía airosamente en toda clase de lances, incluidas seis fugas carcelarias utilizando el soborno y las más diversas argucias. Siempre puso mucho empeño para que el estilo y la marca que dejaba en sus fechorías quedaran al margen de cualquier maltrato, brutalidad ó el ensañamiento con sus víctimas.


Luis Candelas era un ladrón atípico que llevaba a efecto sus fechorías en las calles de Madrid o en los caminos periféricos de la ciudad, no procedía de familia pobre y desarraigada y fue capaz de compaginar la delincuencia con el puesto que se había ganado por méritos propios al frente de la sección del Resguardo de Tabacos en Madrid, organismo encargado de perseguir la venta y el alijo de tabaco y las sedas de contrabando. Luis Candelas, incluso alternaba en círculos galantes de Madrid haciéndose pasar por un tal Luis Álvarez de Cobos, rico hacendista del Perú.

A modo de curiosidad, reproducimos la única Ficha Policial que se conserva sobre Luis Candelas:

"Filiación: nº 427 Nombre y apellido: Luis Candelas Cajigal Apodos o remoquetes: se ignora Naturaleza: Madrid Edad: 21 años Estado: casado Profesión u oficio: Cesante en el ramo de Contribuciones. Clasificación: ladrón (espadista y tomador del dos) Condenas sufridas: ninguna Estancia en cárceles u hospitales: ninguna Señas personales: Estatura: regular Pelo: negro (sin redecilla) Ojos: al peloNariz: regular Boca: grande y prominente de mandíbula Dientes: iguales y blancos Otras señas particulares: no usa bigote ni perilla Color del rostro: quebrado Complexión: recia Bien formado en todas sus partes”.

Por espadista se entendía el delincuente que para penetrar en una casa con el objeto de robar utiliza una ganzúa y por tomador del dos, el ladrón que roba valiéndose de los dedos.
En su primera época de delincuente entre 1823 y1830, se comenta que se dedicó a conquistar mujeres y vivir a costa de ellas, reconociéndose como un Don Juan. Era moreno, bien parecido, dientes blancos, con patilla ancha y flequillo bajo el pañuelo, bien afeitado, calañés, faja roja, capa negra, calzón de pana y calzado de mucho tirar. Se enamoraba y embaucaba a las mujeres para vivir de sus ahorros.


Cuando tenía 17 años, se enamoró de Consuelo, una peinadora que le entregó todos sus ahorros. A continuación vino una tal Margarita, viuda necesitada de cariño y que vivía de las rentas. Otra amante fue Paquita, una bella manola amiga intima de la Naranjera amante de muchos y del propio Rey Fernando VII. Al final Luis Candelas terminó compartiendo amante con el Rey.
Para poder costearse sus gastos formó una cuadrilla en 1835, entre cuyos componentes destacaron Paco El Sastre, Francisco Villena, Mariano Balseiro, Leandro Postigo, Juan Mérida, José Sánchez, Pablo Maestre, Pablo Luengo el Mañas y los hermanos Cusó (Antonio y Ramón). Todos se solían reunir en tabernas como: La Taberna del Cuclillo, la Taberna de Jerónimo Morco, que pertenecía al cuñado de Balseiro, y se encontraba en la calle de Mesón de Paredes, la Taberna de la Paloma en la calle de Preciados, la de Traganiños, en la calle de los Leones junto a la calle de Jacometrezo y en la taberna de El Tío Macaco, en la calle de Lavapiés.
Todas ofrecían el mejor servicio a la banda, buen vino, buenas cantaoras, buen escondite y buena compañía femenina. Candelas realizó diversas fechorías cada vez más arriesgadas y con mayor botín, que por su ingenio y buen humor fueron cantadas por los madrileños con cierto cariño. Tenía doble vida, indiano adinerado y respetado de día, con el falso nombre de Luis Álvarez de Cobos hacendista en el Perú, y truhan de noche, cuando salía por la puerta de atrás de su casa ubicada en la calle Tudescos nº5, convertido en el rey de los bajos fondos.

Taberna de Traganiños
Se dedicaba a robar, con su máxima de que la fortuna estaba mal repartida, pero nunca llegó a matar a nadie en ninguna de sus acciones. Era extremadamente delicado en ellas, no usando la violencia. Siempre vivió bien y nunca gustó de los oficios mecánicos, siendo ésta una de las causas de que se entregara a la delincuencia.
Cuando era detenido y apresado, era fácil que se escapara ya que sobornaba a carceleros o, simplemente lograba fugarse por medio de sus habilidades. En una de sus visitas a la cárcel, conoció al político liberal Salustiano de Olózaga.
Olózaga, era presidente del Congreso de los Diputados en 1843, cuando los reaccionarios le acusaron de coaccionar a la joven reina Isabel II para que firmara la disolución de las Cortes y convocara nuevas elecciones. Luis Candelas, también simpatizaba con la causa liberal, dicen las crónicas, que la amante de Olózaga, una tal Mary Alicia, le pidió a Candelas que le ayudase a escapar y este aceptó.
Las lenguas de doble filo afirman que Mary también era amante de Luis Candelas. A pesar de la guardia reforzada, Candelas organizó un motín y consiguió liberar a Olózaga.
A pesar de que se le involucró con numerosas mujeres, hubo tres que marcaron especialmente su vida. Se casó en los carnavales de 1827 en la Parroquia de San Cayetano, con Manuela Sánchez, viuda de 23 años que también había pasado por la cárcel. En los registros de la Iglesia de San Cayetano, no figura la mencionada boda. 
Ya en la luna de miel, encontrándose en Zamora, vieron que no eran compatibles y Candelas la abandonó en las Navidades de ese mismo año. Luego tuvo como amante a una chica llamada Lola La Naranjera, la cual tenía amigos importantes que conseguían sacar de la Cárcel de la Villa a Luis Candelas tan pronto como entraba por delito de hurto. La Naranjera además era la amante favorita del mismísimo rey Fernando VII. La última de sus amantes importantes, la de su perdición, fue Clara, muchacha de clase media y familia honesta, con la cual se fue a vivir a Valencia. Aquí siguió robando alguna joya para vivir holgadamente.

Hagamos un pequeño alto en la biografía de Luis Candelas, y sigamos conociendo el Barrio deteniéndonos en primer lugar en el corazón del Barrio, la Plaza de Lavapiés.
El nombre de Lavapiés podría proceder de una fuente que había en la plaza, donde los judíos hacían el lavado ritual de los pies antes de acudir al templo. Lavapiés desde los tiempos de los judíos ha sido un arrabal manteniéndose abandonado a lo largo de los años hasta fechas recientes.

Todo el barrio lucha por conservar lo más puro de las tradiciones madrileñas. La Plaza de Lavapiés, intenta mantenerse como lugar para la cita dominguera a la hora del vermut, para la charla distendida, sin prisas ni agobios. Pero hoy la emigración ha desembocado de lleno, de tal manera que lo ocupan casi todo, situación que resulta agobiante por la costumbre de estas gentes de estar a todas las horas en la calle, debido en parte a la precariedad y hacinación en las pequeñas viviendas.
A finales de los años 80, Lavapiés era un barrio habitado exclusivamente por gente mayor, en casas viejas y de pequeñas dimensiones construidas alrededor de un patio (lo que se llama corrala, aunque su denominación correcta es la de casa de corredor). Por eso se ha hablado de chabolismo vertical. La abundancia de casas abandonadas y de viviendas de renta baja atrajo en los años 80 y 90 a multitud de jóvenes con pocos recursos, entre ellos numerosos okupas. Lavapiés ha sido, probablemente, la zona de Madrid con mayor densidad de casas ocupadas, y en ella tuvieron lugar las primeras experiencias de okupación de la capital. Hoy día, se siguen manteniendo un cierto número de centros sociales okupados en el barrio, además sigue siendo el barrio con mayor cantidad de asociaciones y movimiento vecinal de Madrid.
Fue a principios de los 90 cuando Lavapiés empezó a concentrar a la población inmigrante. Los pisos, viejos y destartalados, pero baratos, fueron todo un reclamo. Primero llegaron los magrebíes, luego los latinoamericanos, más tarde los subsaharianos, los bengalíes, los paquistaníes y, en los últimos tiempos, los chinos. "Ve a Lavapiés, allí hay amigos", es la voz que más ha corrido, y aún corre, entre los recién llegados.
Plaza de Lavapiés año 1983 con el edificio del  Cine Olimpia
Milagrosamente se han salvado de la piqueta algunas de sus viejas corralas, siendo la más popular la que hace esquina entre las calles de Mesón de Paredes y Sombrerete. No ocurrió lo mismo con el cine Olimpia, en la plaza de Lavapiés, sustituido por el teatro Valle-Inclán. Asimismo, desapareció la sala de fiestas El Molino Rojo, en la calle Tribulete, escenario de las noches madrileñas. Así decía un anuncio radiofónico de los años 50:
“Felipe... ¿ande te metes? En la ca del Tribulete. ¿Es que te vas con la panda? ¡Amos, anda! ¡Ojo!, que voy al Molino Rojo”.
Situado en la Plaza de Lavapiés, el Cine Olimpia data de principios del siglo XX, obra de Secundino Suazo. 
Se transformó en teatro en 1979. La Asociación Cultural La Corrala se hizo cargo de su programación hasta que, cinco años más tarde, fue elegido para sede del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas.
La Sala cerró en 1992, siendo derribada al año siguiente para construirse un nuevo cine-teatro, el Teatro Valle Inclán.

Teatro Valle Inclán en la Plaza de Lavapiés
El barrio de Lavapiés fue objeto de atención de saineteros y libretistas de zarzuelas de las últimas décadas del siglo XIX, que hicieron de él la cuna del más puro casticismo madrileño. Pero todo se exageró, poco tenia que ver la realidad del barrio con lo que nos contaron, mas bien obedecía al capricho de unos cuantos autores, que eligieron el barrio como habían podido elegir otro de Madrid. Sobre Lavapiés, podemos encontramos gran número de obras literarias, como si el barrio fuese el centro de todas las intrigas, aventuras, amoríos, chulapos, bandidos y situaciones de lo más variado y pintoresco.

Arquitectura del Barrio
Esta demostración de casticismo, se estrelló de plano con los escritos crudos y realistas de Pérez Galdós, Blasco Ibáñez, Pío Baroja y Arturo Barea, al constatar el predominio de miserias y penalidades de gran parte de la población de Madrid: Cigarreras, lavanderas, traperos, pordioseros y colilleros; gente cargada de hijos criados en calles enlodadas y polvorientas, o en los arenales del río, y casas y chabolas sin agua ni luz. La miseria de Madrid desde la Guerra de la Independencia a los años sesenta del siglo XX no tenía límites.
“Misericordia” de Benito Pérez Galdós es una novela realista publicada en 1897, que refiere escenas y rincones urbanos de Madrid con tintes siniestros. Galdós, en la citada novela hablaba de calles, casas y gentes de Lavapiés.
Reflejamos textualmente algunos párrafos de su obra: “No lejos del punto en que Mesón de Paredes desemboca en la Ronda de Toledo, hallaron el parador de Santa Casilda, vasta colmena de viviendas baratas alineadas en corredores sobrepuestos. Éntrase a ella por un patio o corralón largo y estrecho, lleno de montones de basura, residuos, despojos y desperdicios de todo lo humano. El cuarto que habitaba Almudena era el último del piso bajo, al ras del suelo, y no había que franquear un solo escalón para penetrar en él. Componíase la vivienda de dos piezas separadas por una estera pendiente del techo: a un lado la cocina, a otro la sala, que también era alcoba o gabinete, con piso de tierra bien apisonado, paredes blancas, no tan sucias como otras del mismo caserón o humana madriguera. Una silla era el único mueble, pues la cama consistía en un jergón y mantas pardas, arrimado todo a un ángulo”.

Arco de Cuchilleros
Inmersos como nos encontramos en el conocimiento del barrio, por un momento nos hemos olvidado del principal personaje de nuestra historia, Luis Candelas. Como ya hemos indicado, fue un ladrón de guante blanco, que nunca uso la fuerza para cometer sus fechorías.

Luis Candelas, decía de sí mismo, la máxima que rige mi conducta es la siguiente: “El dinero está mal repartido y no es justo que mientras unos arrastran coches, los demás vayan por el lodo. Así pues, los que nivelamos las fortunas, sin matar ni hacer daño, por supuesto, ejercemos una industria pacífica que hacen mal en perseguir. Además, uno tiene necesidades, no ha nacido para trabajar en oficios mecánicos y cuando se ha recibido alguna instrucción y se han leído libros como yo......”


De estas palabras, deducimos que le gustaba vivir a lo grande y sin dar el callo como vulgarmente se suele decir.

En sus robos, Luis Candelas hacia alarde de un arrojo y una osadía sin límites, así como de una seguridad y de una astucia extraordinarias. Todos sus robos, responden con matemática precisión a tres tiempos: Preparación, ejecución y huida. Nada fallaba, porque nada se dejaba al azar.

Con los ahorros que le dejo su padre al morir, se compro una casa en la calle Tudescos Nº-5, próxima a la Gran Vía. La tenía amueblada con todo lujo y además tenia criado, al que le contaba que era Luis Álvarez Cobos.

Relataremos a continuación algunos de sus robos que demuestran su astucia. Con el fin de convencer a los miembros de su banda de que él debe ser el jefe, se dirige con su amigo Paco el Sastre proponiéndole ir a la taberna Lorencini en la Puerta del Sol. Echo un vistazo a la clientela y eligió a un hombre que se encontraba solo, preguntándole si le importaba que se sentara con él. Luis Candelas iba elegantemente vestido y entabló rápidamente conversación con la victima, este se llamaba Pedro Alcántara Villancico, oidor cesante de la Habana y que vivía en la calle Carretas.

Luis Candelas en un momento determinado saco su reloj y a pesar que marcaba las 8.10, exclama ¡se me ha hecho muy tarde! alegando que eran las 8.30. De inmediato la victima saca su reloj indicandole que su reloj iba adelantado, ya que el suyo de plata es de Londres y que jamás ha tenido que hacer otra cosa que darle cuerda. La infeliz víctima animada por la conversación, le cuenta que tiene otro reloj de oro en casa y que solo lo usa los jueves cuando se reúne con un amigo para jugar una partida de tresillo. Ese amigo fue quien le regalo el reloj. Luis Candelas no necesita oír mas, alegando prisas, se despide de la victima y en un santiamén se dirige a la calle Carretas apoyado por el Sastre. Llama a la puerta de la victima y abre el criado al que le cuenta que tiene un recado para la mujer de la casa.
Luis Candelas le cuenta que es íntimo amigo de su marido y que le ha mandado ir a por el reloj de oro, pues los dos van a ir a casa de quien se lo regalo. La esposa nada sospecha de un hombre elegantemente vestido y le entrega el reloj de oro.

Arco de Cuchilleros año 1919
 En la primera parte de la historia de nuestro bandido, hemos indicado las tabernas donde se reunían para preparar sus fechorías, destacaremos una muy especial.
En el espacio que actualmente ocupa el Restaurante Luis Candelas, en el arco de Cuchilleros, debajo de las escaleras que suben a la Plaza Mayor, había una mina de un antiguo viaje de aguas, que era utilizado por la banda para sus huidas. En el lugar del actual Restaurante, había una tienda de tejidos en cuya trastienda la banda se repartía el botín. Posteriormente, se instaló aquí La Extremeña, una casa de comidas cuyos platos de cinc permanecían encadenados a las mesas para que los clientes no se los llevasen. Algunos de estos platos se conservan hoy como reliquias. 
En 1947, Félix Colomo compró la casa de comidas ampliando el local, obteniendo gran éxito especialmente con los turistas al promocionar el local como el escondite de Luis Candelas, incluso entre la clientela, se reparten aleluyas con las historias del bandolero:

“La historia que vas a escuchar del ladrón más popular.
Cuando Luis era un chavea ya era el jefe de la pedrea.
Quince años aun no tenia y a Traga niños vencía.
A la cárcel lo han llevado, pero el pronto se ha de fugado.
Es capitán de cuadrilla de Balseiro y compañía.......”

Estando un día la banda en una Taberna de la Plaza del Progreso, Luis Candelas organizó un robo para que todos sus camaradas lo pudieran presenciar.
Se disfrazó de alcarreño y portando unas alforjas y una cuerda a modo de ronzal, se dirigió a la calle Postas, paseando por la calle hasta elegir la tienda para dar el golpe. Ató el ronzal a una reja cercana y entró en la tienda tirando de la cuerda con dificultad, como si en el otro extremo hubiese alguna mula testaruda.
Pidió al comerciante que le sirviera una lista de géneros, mientras los iba colocando en las alforjas. Cuando todo está listo, el comerciante comienza a echar la cuenta sobre el mostrador. El bandolero le pide al tendero que le sujete la cuerda mientras él carga las alforjas en la mula. Y así quedo el tendero hasta que su esposa que salía de misa y se extraño de ver la cuerda atada a la reja.
Como demostración de la astucia del bandolero, hemos descrito dos tipos de robos que nos demuestran que Luis Candelas era un ladrón de los llamados de guante blanco.

Volvemos a realizar un alto en las andanzas de Luis Candelas y continuaremos conociendo el barrio.
 Ni que decir tiene que el barrio de nuestro personaje, poco tiene que ver con el actual, por suerte se encuentra muy rehabilitado, con fachadas dignas de admirarse. Para completar la visita al barrio, realizaremos un recorrido por las calles menos conocidas pero que atesoran rincones dignos de mención.

Placas de algunas calles del Barrio
 Bajando por la calle del Olivar, esquina con la calle de la Cabeza, podemos admirar ejemplos de arquitectura imitando la norteña.

Antiguamente toda la colina era una zona de olivos donde terminaba el calvario ó vías crucis. El olivar se extendía hasta el santuario de la Virgen de Atocha y en él había un humilladero en el que se veneraba al Cristo de la Oliva.

En 1564, un grupo de judíos rompieron el cristo. Enterado Felipe II, mando reconstruirlo y trasladarlo hasta el santuario Virgen de Atocha, donde permaneció hasta la construcción de la ermita del Cristo del Olivar en el Paseo de la Infanta Isabel.


Arquitectura calle de la Cabeza
No menos interesante, es la procedencia del nombre de la calle de la Cabeza. Cuenta la leyenda, que una noche el criado de un fraile acomodado le asesinó cortándole la cabeza para robarle, marchándose a vivir a Portugal.
Al cabo de unos años el criado vestido de caballero regreso a Madrid y una mañana en el Rastro, decidió comprar una cabeza de carnero. La metió bajo la capa y se marcho andando, pero un alguacil que vio el rastro de sangre, le ordenó que mostrase lo que llevaba y con gran sorpresa, la cabeza del carnero se había convertido en la cabeza del fraile que había asesinado. Fue ejecutado en la Plaza Mayor.


Edificio rehabilitado de la antigua Cárcel Eclesiástica
En la esquina con la calle de Lavapiés, todavía se conserva el edificio que albergó la cárcel Eclesiástica de la Corona ó cárcel de la inquisición, data de finales del Siglo XVIII y en ella se rodaron algunas escenas de Fortunata y Jacinta.


Interior del edificio ya rehabilitado
La calle Lavapiés, se llamó antiguamente Real de Lavapiés, salvo en el Siglo XVIII en que aparece por primera vez como Avapiés tal como describe Ramón de la Cruz en sus sainetes.
En el caserón de la antigua cárcel, se encontraba hasta no hace muchos años la Taberna del Avapiés  desaparecida después de la reforma, durante la época del Trienio Liberal (1820-23) estuvo  encarcelado en esta cárcel, Matías Vinuesa, el cura de Tamajón.



Antigua Cárcel Eclesiástica de la Corona con la Taberna de Avapies (histocliop.blogspot.com)
El cura de Tamajón, nació en el pueblo burgalés de Neila en 1778. Tras liderar la guerrilla antifrancesa desde 1808 a 1814, se hizo monárquico. En febrero de 1821 fue detenido, acusado de conspirar contra el régimen liberal.

El 4 de mayo fue condenado diez años de cárcel. Ese día, las gentes enardecidas por la que consideraban poca condena, marcharon desde la Puerta del Sol, asaltaron este edificio y asesinaron a martillazos, a Matías Vinuesa. Un crimen muy típico de España en épocas de guerras civiles.
La vieja cárcel se ha transformado en los últimos años en un Centro de Mayores.


Teatro Espada de Madera en la calle de la Cabeza
En la calle del Calvario Nº-21, se encuentra el teatro Espada de Madera cuya visita es imprescindible, se trata de uno de esos lugares desconocidos para el gran público. Se trata de un teatro de vanguardia  que aprovecha un antiguo Palacete. No existe patio de butacas como en otros teatros, el público convive con los actores. Es recomendable visitar su interior.

En la esquina de la calle San Pedro Mártir y calle de la Cabeza, se encuentra la casa en la que vivió Picasso el primer año de su llegada a Madrid en el año 1898. En la misma casa coincide que vivió durante toda su vida José Isbert.

Casa donde vivieron José Ysbert y Pablo Picasso


Pinturas de Pablo Picasso sobre la fachada 
Uno de los puntos emblemáticos del barrio de Lavapiés, es la confluencia de las calles: Salitre, La Fe y Doctor Puiga. En este lugar se encuentra la Iglesia de San Lorenzo

En 1541 se dividió la parroquia de Santa Cruz, creándose la parroquia de San Sebastián sobre una antigua ermita que dedicada a aquel santo estaba situada en la calle Atocha. Pronto esta parroquia se convirtió en una de las más extensas y populosas de la ciudad, con lo que el 21 de noviembre de 1662, y con la finalidad de acercar los servicios parroquiales a los populosos barrios de la zona de Lavapiés, se creó un anexo bajo la advocación de San Lorenzo Mártir. Situada en un tramo de la calle de la Fe, hoy calle Doctor Puiga, se trataba de un edificio pequeño formado por una sola nave, y de fachada muy sencilla, en donde lo único destacable era una estatua de San Lorenzo situada en una hornacina sobre la portada.


Calle de la Fe con San Lorenzo al fondo
Parroquia independiente a partir de 1805, poco o nada queda ya del primitivo edificio, el 16 de junio de 1851 sufrió un incendio que afectó a buena parte de su fábrica, siendo restaurada posteriormente. De igual modo, el edificio fue saqueado y totalmente destruido el 20 de julio de 1936, al poco de empezar la Guerra Civil.
En 1942 se empezaron las obras de reconstrucción del templo, sin respetar para nada las trazas del edificio original, fue vuelto a inaugurar el 9 de agosto de 1950.


Iglesia de San Lorenzo
La calle de Argumosa, debe su nombre a Diego de Argumosa (1790-1865), cirujano del cercano hospital de San Carlos, hoy Colegio de Médicos.
Es verdad que Madrid no tiene playa, pero siempre se le ha buscado alguna, recordemos la Playa de Madrid junto al río Manzanares y en la actualidad Lavapiés tiene su propio paseo marítimo. La calle de Argumosa, es en verano lo más parecido a un lugar de encuentro de la costa española se reúnen allí en las noches de verano gentes de todas las edades y condiciones a comer y beber para aprovechar la frescura de las terrazas y pasarlo bien. Los vecinos no se privan ni del olor a sardinas fritas de los puestos de las fiestas de San Lorenzo. Algunos denominan a la calle, la Costa Argumosa.

En el plano de Texeira de 1656, aparece con el número 54 la Fuente de Lavapiés y en la parte inferior aparece rotulada la Puerta de Lavapiés
En la actual calle de Valencia a la altura de la calle Doctor Fourquet, se encontraba el Portillo de Valencia que se trataba de uno de los portillos de la cerca de Felipe IV. En el plano de Texeira figura con el nombre de puerta de Lavapiés, porque estaba en la prolongación de la calle de Lavapiés. En 1778 se levantó una nueva puerta que se llamó de Valencia. Estaba formada por un solo arco y debió desaparecer hacia 1868 con el derribo de la cerca.

No nos olvidemos de Luis Candelas y sigamos recordando su historia. En 1836, la banda de Luis Candelas llevo a cabo varios atracos en Madrid que levantaron fuertes protestas entre los ciudadanos. El primero de ellos, fue un nuevo atraco a Pedro Alcántara Villancico (el de los relojes).

El segundo robo sonado, fue el de la caja fuerte de un hombre apodado el Ginovés, que vivía al final de la Calle Carretas, para llevar a efecto el robo, Candelas engaño a la mujer del Ginovés. En fecha sucesivas, Luis Candelas volvió a actuar, disfrazándose de lacayo de un marques. En otra ocasión disfrazaron a un tonto de obispo y la banda de disfrazó de clérigos para cometer un robo en la calle Postas.

Los robos continuaron hasta que es detenido a primeros de Diciembre de 1836. Fue condenado a 10 años de reclusión, pero volvió a escaparse en Enero de 1837.




En esta época el rey Fernando VII ya había fallecido, la Primera Guerra Carlista estaba en auge y los liberales tenían el gobierno. Luis Candelas, cometió el error de hacer dos atracos importantes, asaltando a la modista de la Reina en su taller, y al embajador de Francia y su señora en una diligencia. Con lo que volvió a estar en el punto de mira de las autoridades.

Huyó con Clara su última compañera hacia Inglaterra, pero cuando llegaron a Gijón, Clara no embarcó, con lo que decidieron volver a Madrid, siendo detenido el 18 de julio de 1837 en el puesto de aduanas del puente Mediana situado en el camino real de Valladolid a Toledo, en el término municipal de Alcazaren, después de pernoctar en esta población en la posada situada en la calle Real frente a la iglesia de San Pedro. Lo llevaron a Valdestillas y luego a Valladolid. Trasladado a Madrid, es acusado por más de 40 robos constatados, fue juzgado el 2 de noviembre, siendo condenado a morir por garrote vil. Pidió clemencia a María Cristina de Borbón, con el siguiente escrito:

“Señora, Luis Candelas, condenado por robo a la pena capital, a V.M. desde la capilla acude reverentemente. Señora, no intentará contristar a V.M. con la historia de sus errores ni la descripción de su angustioso estado. Próximo a morir solo imploro la clemencia de V.M. a nombre de su augusta hija, a quien ha prestado servicios y por quien sacrificaría gustoso una vida que la inflexibilidad de la ley cree debida a la vindicta pública y a la expiación de sus errores. El que expone, Señora, es acaso el primero de su clase que no acude a V.M. con las manos ensangrentadas: La fatalidad le condujo a robar, pero no ha muerto, herido ni maltratado a nadie: El hijo no ha quedado huérfano, ni viuda la esposa por su culpa. ¿Y es posible Señora que hay de sufrir la misma pena que los que perpetran esos crímenes? He combatido Señora por la causa de vuestra hija. ¿Y no merecerá una mirada de consuelo? ¡Ha Señora! Esa grandiosa prerrogativa de ser árbitra en este momento de su vida, empleadla con el que ruega, próximo a morir. Si los servicios que prestaría a V. M. si se dignase perdonarle son de algún peso, creed Señora que no las escaseará. Si esta exposición llega a vuestras manos ¿será posible que no alcance gracia de quien tantas ha dispensado? A V.M. Señora, con ansia de quien se sabe a la hora de morir, ruego encarecidamente que le indulte de la última pena para pedir a Dios vea V.M. tranquilamente sentada a su augusta hija sobre el trono de sus mayores.
Capilla de la Cárcel de Corte, a 4 de Noviembre de 1837, a las doce de la mañana.
Luis Candelas Cajigal".

La petición de clemencia le fue denegada.  A las 8 de la tarde del 5 de Noviembre, solicitó ser confesado. Al día siguiente madrugó oyó misa y a las 11 de la mañana fue trasladado por la calle de Toledo hasta la puerta del mismo nombre.
Al pasar a la altura de la Colegiata de San Isidro el reo pidió un vaso de agua. El gentío que se había acumulado junto a la Puerta de Toledo era inmenso. El patíbulo se encontraba situado entre las calles de la Ronda de Segovia y el Paseo de Pontones (ambulatorio de la Seguridad Social en la actualidad).

Puerta de Toledo año 1865
Con la argolla ya situada en el cuello, pidió al verdugo decir unas últimas palabras: “He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis manos con sangre de mis semejantes. Adiós patria mía. Sé feliz.”
Murió el 6 de Noviembre de 1837 a las doce de la mañana con 33 años, un día nuboso y oscuro. Fue enterrado en el antiguo Cementerio General del Sur.
Para finalizar nuestro paseo por el barrio que conoció a nuestro celebre personaje, no queremos olvidarnos de las fiestas típicas de Lavapiés, como son San Cayetano y San Lorenzo.

El día 7 de agosto es la festividad de San Cayetano, cuya imagen sale en procesión de la iglesia que lleva su nombre situada en la calle Embajadores, recorriendo las calles aledañas.

San Cayetano es considerado patrón de la Providencia y protector de las parturientas. El santo nació en 1480 en Vicenza, cerca de Venecia, y fue el fundador de la Orden de los Teatinos.


Fiestas de San Cayetano, cheapinmadrid.com

Es costumbre en esta fiesta, que al término de la procesión los fieles tomen una de las flores de la carroza, ya que existe la creencia de que quien reza al santo y coge una flor tendrá pan y trabajo todo el año.

Esta creencia está tan extendida que muchas personas ante el temor de quedarse sin flor, asaltan literalmente la carroza a medio camino, produciéndose los inevitables empujones y avalanchas. Las calles del barrio son adornadas por los vecinos, destacando especialmente la calle del Oso.

El escenario principal de la verbena de San Cayetano es la plaza de Cascorro, con orquesta, puestos típicos de feria y las gentes engalanadas con los trajes más castizos de Madrid.


Fiestas de San Cayetano año 1953
La Verbena de San Lorenzo tiene como principal día de celebración el 10 de agosto, festividad de San Lorenzo teniendo a la iglesia de San Lorenzo como punto principal de la festividad religiosa.
San Lorenzo, al parecer nació en Huesca en el siglo III y murió quemado en una parrilla por orden del emperador Valerio. Tal vez, por eso se dice que el día de San Lorenzo es el día más caluroso del año.
Alrededor del año 1660, el Arzobispo de Toledo mandó que se edificara un templo cristiano en un solar que según la tradición fue anteriormente sinagoga, en el corazón del barrio de Lavapiés, pues el barrio carecía de iglesia. La nueva iglesia fue dedicada a San Lorenzo, aprovechando la devoción que se le tenía a este santo en los llamados barrios bajos de Madrid, también conocida antigua y popularmente entre sus vecinos como la parroquia de las chinches.


Cada año, el día 10 de agosto, sale a última hora de la tarde la Procesión de San Lorenzo que recorrerá las principales calles del barrio entre la alegría del vecindario, y a la vuelta a la iglesia, se repite la tradición de San Cayetano, el público se vuelca sobre la carroza para coger una flor y así tener salud para todo el año.
Finalizada la procesión la música y la fiesta inundan las calles del barrio de Lavapiés, con la Plaza de Lavapiés y la Calle de Argumosa como centro del jolgorio festivo, destacando los manolos y manolas que lucen sus típicos trajes madrileños.

Algunos lectores de este Blog, notarán la falta de reseñas a calles tan castizas como Embajadores, Mesón de Paredes, Tribulete, Sombrerete y algunas más, no se trata de un olvido, simplemente que ya las hemos recogido en anteriores entradas conjuntamente con sus espacios mas destacables y por lo tanto recomendamos su lectura para completar el conocimiento de este Barrio tan castizo.

Para finalizar, recogemos algunas imágenes del Barrio, algunas de ellas  con un poco de imaginación nos pueden recordar los tiempos de Luis Candelas.

Año 1908, cigarreras de la antigua Fábrica de Tabaco de Embajadores.
Estación de Lavapiés finales de los años 70

Fuente de Lavapiés año 1864

Hospital de la Latina finales del Siglo XIX

Lavapiés año 1917

Mesón de Paredes y la Corrala año 1930
Plaza de la Cebada año 1860 al fondo la Iglesia de San Millán

Palacete del Casino de la Reina junto a la Glorieta de Embajadores

Estampa para el recuerdo de Tirso de Molina


Año 1954 procesión de San Cayetano

Calle del Lavapiés actual

Paseos por Lavapiés
Calles de Lavapiés

Pasear por Lavapiés




La vida de Luis Candelas tal como la contaban los ciegos




4 comentarios:

  1. Hola Pepe.
    Seguramente será de tu interés consultar lo que cuento de la Cárcel de la Corona en:
    http://pedernalmurallamadridaustrias.blogspot.com.es/2012/12/cmm-anton-martin-la-carcel-de-la-corona.html

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  2. ¿ Se sabe dónde estaba situada la famosa casa de citas de Pepa La Malagueña ?

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